Hoy he buscado el barco, porque el agua lo he tenido por exceso. No ha sido nada fácil y creo que además la nave ha renegado de mí. Le he mirado a los ojos, y en un gesto característico de dibujos animados, he subido los hombros y le he tratado de transmitir que habían sido las circunstancias.
Me ha devuelto una mirada dura, mantenida, reflexiva como pasando la minuta por la imprudencia de haber ido tapando cada uno de los canales por donde debía circular. Como si me conociera, parecía decir que la lluvia podía ser previsible porque era primavera.
Con mi cabeza también quisé pasar el muerto al otro. Se afirmó en su gesto como diciendo: oye tú, a tu edad no has comprendido que apoyar la construcción de tu tiempo en quien te embarca en pasos de estrechos con corrientes diábolicas, o acantilados que seccionan tus costuras mas adheridas a una columna vertebral golpeada por vientos huracanados.
Hundido quise justificar mis ausencias, porque en otros lados, parecía que me llamarán como si fuera imprescindible, toda mi sabiduría. Aquí, a los gestos anteriores, soltó una sonora y corta carcajada. Me dolió como al que le insertan una cornada en salvese usted esa parte. ¡Vamos hombre! creo que hace tiempo te has dado cuenta que no alteras las costumbres ni de unas hormigas que siguen su senda por los caminos más visitados por esos gigantes llamados seres humanos.
El caso es que mis cuatro horas de zozobra entre tuberías diabólicas, llenas de un agua que no llegaba a ningún sitio, ha sido la cruel venganza de tantos olvidos. Mi exasperación no tenía límites y incluso personas que pasaban por allí, se me convirtieron en extraterrestres, por supuesto, maléficos y con ganas de destruir nuestra civilización humana.
He regado, no bien, pero hubo momentos que ese tal Ulises, con sus desmesuradas aventuras, en parte traducidas, por el eterno Juan, parecía un pelele ante la magnitud que tomaba el no saber el rumbo de unas gotas por aquí, la ocultación de otras que parecieran querer una experiencia neozelandesa por allá.
A los chopos talados pongo por testigos que no volveré a lanzar tantas anclas para que un expansivo barco, se vea coartado en los puertos que le hayan enseñado otro momento de vida
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