Carta a Javier
Vaya no sé donde terminará esta carta. No creo que dentro de una botella, llevada por la corriente sobre el Tamesis. La estoy escribiendo en digital, por golpear las teclas con unos dedos que no encuentran las neuronas que los apacigüen
Subido en el programa de anteayer, me engancho a las palabras de tu cansancio por una lucha sin cuartel por sacar adelante temas y encuentros en los que la única valoración que encuentras, pueden ser las personas que se conectan a la página o quienes interactúan en Instagram o quienes nos bajamos los podcasts momentos antes de salir del instituto para volver a casa escuchando tus programas.
Intuyo abandono por parte de gente de la que esperabas más. Siempre te has jugado mucho, quizás antes por ti, ahora por un grupo coral que habéis sacado mucho de lo que tenéis dentro.
Los pocasts del 15M me han transportado a una tarde de regreso de un campamento que se prolongó durante dos o tres años y donde conocí a gente que nunca han parado de estar. En Guadalajara, en Azuqueca sentía el vértigo de rehacer el mundo. Sabía, sé que es ilusorio, pero preferiré mil veces estar del lado de la PAH que del guardián de una caja, que incluso algún año posterior quería darme una lección delante de otra empleada por haberle dado aquel susto.
De aquellos tiempos, existe un futuro que nos espera. Quizás con desánimo vemos la capacidad que tiene un sistema, capitalista, no para defenderse sino para destrozar si hace falta la autoestima de uno de los suyos, empresario, si en algún momento es débil ante la posibilidad de otro tipo de sociedad.
El despliegue tan vergonzoso, tan asilvestrado, tan de efecto nuclear por unos indultos constitucionales, tiene la lógica de unos pendencieros que han destruido la lógica de construcción de una sociedad.
Amamantados en el clasismo y en el odio y desprecio hacía sus postrados votantes, son capaces de crear un ambiente irrespirable con la colaboración de los medios de comunicación que necesitan ser amamantados por empresas beneficiarias de obras sobredimensionadas, por compañías que nunca pierden en sus fracasos cubiertos por todos, por eléctricas que colonizaron consejos de ministros para establecer baremos de coste de carroñeros.
Extraño mundo, extraña tranquilidad, raros razonamientos de quienes hablan de lo magnificado manipulado y parece no querer una sociedad donde las inspecciones de trabajo tengan como consecuencia que nuestros compañeros-as trabajadoras tengan unas condiciones dignas.
Nadie se asusta, y por supuesto, menos, esas televisiones permanentemente conectadas al tiempo libre de seres tomados en sofás que les atan, de oír que un tercio de las empresas inspeccionadas en uno de los seres productivos esenciales del país están cometiendo infracciones.
Alguien se puede imaginar programas, “el jefe infiltrado en todas sus irregularidades da luz verde al respeto a sus trabajadores”.
Estos partidos, hiperventilados en una supuesta salvación de una dignidad mancillada nunca imaginan a esta, violada, sepultada por todo el dinero que se le escapa a un país, por el no pago de los impuestos que le cohesionan. Su patrioterismo se sustenta en la bronca de lo que tendría que ser un encuentro difícil, imposible por dos fórmulas circulares de cerrazón pero, exhibiendo el poder que te concede saberte poseedor de los resortes de un estado. Nunca hablaran de unos inspectores de Hacienda que consiguieran que tantísimas fugas fueran selladas con una forma nueva de atisbar tiempos para los ciudadanos.
Como has comprendido Javier, mi cabeza vuela tanto, que ni me atreví a hablar para los podcasts que habéis preparado tan arraigados a algo que me revivió, ni aspiro a otra cosa que ser uno de vuestros suscriptores que me he sentido tan recompensado por todo lo que nos ofreces.
El sábado me he hecho a la idea que estaré en el pueblo, aunque de tus palabras saco que nos necesitas en el teatro, para vernos, para materializarnos, para esperanzarte porque no seamos sólo un contribuyente, necesario y sí alguien que quiere cambiar los marcos que nos atrapan.
Gracias a Elena, Paz, Celtía y tantas otras que luego te encargarás de recordarme y que nos me habéis conducido hasta casa, tras terminar extenuado del encuentro con las alumnas-os. Gracias porque el trayecto como decía Kavafis: ha merecido la pena, porque me habéis transportado a puertos, por itinerarios llenos de experiencias.
Un abrazo
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