lunes, junio 14, 2021

La senda de un acantilado

 Cuando he salido a correr he perdido mi código moral y me he encontrado en mitad de un campo. Siempre se me hizo muy grande, pero ante esta circunstancia me he ido mimetizando con el poco verde que quedaba e incluso con algunos otros colores como los del Sol, si ese de arriba. Que Sol, mi vecina que me espera cuando bajo las escaleras con mis pantalones cortos, hoy la he conseguido despistar. No siempre es agradable que te digan: ¡Vaya piernas!. Yo, tiro para adelante; cuando voy a correr voy a correr. De tal manera que cuando añade "sobre todo la que no se ve". Yo, ya he bajado los escalones de 4 en 4. No crean que porque siempre la haya rehuido, sino porque no puedas perder tu trabajo, tu sueño y tu hambre, porque te quedas derrengado algunas tardes como si hubieras tratado de poner en funcionamiento una moto alzada. 

 De todas maneras, estas pocas disquisiciones sobre los soles que me alubran, no nos tienen que quitar del propósito principal. Describir el recorrido por el campo. Claro ya todo no era igual de fácil que cuando Carmen aún no me había hecho uno de sus bolsos de diseño, donde ahora, por ejemplo, podría meter el libro de "Demasiadotardismo". Ahora, con esas sus magníficas costuras, yo me había atrevido a recorrer el campo en algunas de las direcciones más insospechadas que jamás hubiera podido realizar si no hubiera tenido ese reloj que controlaba mis pulsaciones, aunque también me pareciera la de otros porque ante cualquier esfuerzo, por mínimo que fuera, se me disparaban las palpitaciones como algunas de las que en su momento había hecho la Sol, mujer.

  En ese campo cuando vagaba sin rumbo; alguien, me han dicho que era Pedri, con quien me iba tropezando cada poco tiempo. Él, de vez en cuando, me decía no, por allí no; toma este otro pasillo. Aún siendo tan joven y que, en algun momento, esa cara tan imberbe me producía unas ciertas dudas sin embargo su tranquilidad y ecuanimidad en los mensajes trasladados me hacían ofrecerme en algunos desmarques que él, ¡jodío niño! me los leía a la primera. De tal manera que he ido cogiendo la confianza suficiente para tirar por alguna senda que hacía tiempo que no recorría.

  Daba miedo, he de reconocerlo, según me iba alejando veía que ponía al "niño" en un compromiso como cuando tenías que ir por el acantilado de Bray a Greystones y ya había dicho a algunos compañeros de correrías, pero estando sentado para que no nos cayeramos de culo, que el ejercito que querían llamar nacional, no era tal, era el rebelde a una legalidad que había salido de una democracia y no de una sacristia, algun consejo de admistración o algun barranco que habían pérdido, y eso era su problema los privilegios de siglos.

  Como podía comprender, incluso saliendo en una tórrida tarde verano, se podía intuir que no siempre las nubes te van a respetar y que incluso, tienes que tener la suficiente fuerza para que subas ese pequeño repecho en el que siempre, al final del mismo, en lo más engorroso, encuentras a Willy Veleta para que te des cuenta de que esa moral violada, puedes recuperarla entre los pasos recuperados de aquellos que nos fueron, y por eso, ahora somos.

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y