No puedo estar nervioso, si él ha decidido cambiar de mesa. Las mismas palabras y juegos de manos serán utilizadas para crear otro mundo mágico.
Nadie esperaría que esas cuatro patas no contuvieran tormentas con las que nos embarcaríamos a tiempos a los que sobrevivimos, ni que entre sus enseres podamos encontrar los libros con las llaves a los candados de sus imágenes.
Aquellos griegos fueron guerreros, incluso para describir las marejadas de un día cotidiano. Cuando decide que esos seres en tránsito sean llevados por otras cabalgadura, no te queda más que el placer de ver esa yegua blanca, con manchas marrones que cuando empiece su trote sera el divertido viaje por una tierra arida que, sin embargo, ella irá regando de los matices de sus clines al viento que tejera; sus patas, graciles que tañeran los ritmos flamencos del Sacromento de las madrugadas, el cuerpo compacto que llevará, creyéndose encantado, a quien se siente arropado por las palabras que son soles, incluso en las noches eternas del ártico y con la cabeza en los que anidan unos ojos, entradas a cavidades para lenguajes infinitos, enmarcados por unas líneas de los horizontes a bellezas alcanzadas.
Si en esa Johanna inabalcable tuviera que levar anclas y tener una oportunidad para un viaje bajo la luna llena, arriesgaría el seguir siendo imperfecto, por aquella Macarena, minimizada, sólo para mi desgracia, por un escort que no izaría vela alguna; ni llegaría, por tanto, a ningun puerto donde los besos bañaran las madrugadas con la codicia de cuerpos explorado en las rutas donde se escondían los tesoros de las correspondencias y los liquidos compartidos.
¿Cuántas visiones caben en una vida en la que te has explorado hasta descubrirte que has vivido?
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