Mi pais está al lado de Moderdonía; no encuentro la forma de entrar donde la radio invita a romper el equilibrio de las ondas.
Sucede que ha llegado un nuevo verano ante la impotencia de lo que no para de suceder. Pese a conocer toda esa temporalidad, sueñas con las delicias de sus balanceos, los zarandeos de las olas en tinieblas y el pánico de encontrar los vacíos a los que no te pudiste agarrar.
Hoy, anclado en la barandilla de ese mentiroso inmenso océano, suelto la cuerda que le ahoga para que me responda la preguntas inmediatas de las zambullidas que agrietan mis labios para ya no recordar como decir tu nombre y, sin embargo, falsificar mi voz que te clame diosa humana que recorre con su mano mi espalda electrificada.
Mana de una palabra sus adjetivos con sabores a cielos e infiernos de flores quemadas; sus verbos de entradas y salidas a círculos de muerte o vida de un agua atravesada por las impudicias tejidas en nuestros días. Busco magas que sepan embrujar lo repetido para desconstruir bosques en los que las luz eran golpeada hasta caer derribadas por las contundentes desesperanzas de lo común.
¿Cuántos problemas añadiría a mis impotencias, para atravesar esas aguas entre piedras que había ido alimentado para que me produjeran los dolorosos cortes que justificarán mi quietud y a las que yo fecundaba con un silencio sin esperma?
Estarían los bosques yermos de habitantes que nos explicarán a nuestros mayores. La vitalidad de un romero que acunaba unos jabalies que describieran las migraciones de una tierra que había dejado de ser cimientos de ilusiones y alimentos de bocas que se interrogaban por tantos sudores invernales y derrumbamientos veraniegos por unas tierras sin miramientos a las necesidades más básicas.
Ahora, desde nuestra atalaya descendiamos para que una canción sonara con las palabras de los puentes; una entrevista narrará nuevas esperanzas entre las miradas que volvían atrás anegadas por las aguas abandonadas; no muy lejos, los editoriales tenian los pies para soltarse de las manos dirigidas, para dar los pulsos de quienes buscaban entre los arcabuces de las certezas.
Dice Él, que existe un poeta. Tal vez, en los miedos de intuir finito este nuevo tiempo; construyas desde la rotura de las amarras, un pequeño velero que sea empujado por un sueño hecho realidad que tiene nombre crudo, Javier
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