Su patinete se llama asi, "ni cien años". Lo conduce con una prestancia que le envidio. Nunca tendré capacidad para manejar esa especie de nave espacial, que es lo que me supone cuando lo veo.
Por la avenida, de cuatro carriles por sentido, como dice la prescripción del señor alcalde, podrían transitar miles de vida que tienen en común sus luchas diarias: "no comprendo este aparato diabólico que me es necesaria para pedir cita para el médico", me tendré que ir a un barrio más lejano, no puedo dormir con este calor tan inhumano, ¡madre mía! ese cuerpo desde los tobillos a su pelo en lucha con el Sol, tiene una cabeza que domaria mi primitivismo.
En todo esto, podría gastar, cientos y cientos de instantes con los que me conformo ante la vida, pero aquel snob que iba con su exclusivo nuevo medio de transporte. Adorable mirarle, guapo, conduciendo al ritmo de su gente "más guapa aún".
Va de un lado a otro; si por supuesto, de la carretera de los cuatro carrilles, de los ocho, sin contamos que su habilidad le hace saltarse "la mediana" con una plasticidad que a todos nos tiene entusiasmados. Sus cabriolas son la comidilla de los grupos que se sientan de nuevo en las terrazas, en algunos casos para lucir también sus colores únicos.
¿Has visto que altura ha alcanzado?, ¡que dominio de ese patinete!, ¡tres mortales seguidos, tres!, nadie puede conseguir eso.
El séquito de este "CAMPEÓN", es consciente de todos estos comentarios, los provoca y los magnífica para que entre la sociedad se extienda que ellos son los que controlan todo.
Pasado un rato, el del entusiasmo; algunos, demasiado pocos, empiezan a percatarse que los actos de estos titiriteros de la visualización banal están molestando al normal desarrollo de una sociedad.
Entorpecen el desarrollo del carril de los jóvenes a los que tratan de encerrar en bajos salarios y en subida de alquileres monstruosos. Penetran con una invasión desvengonzada de lo que debería ser una ley que se respetará no de palabras, sino con los hechos.
Haber sido capaces de presionar a la policia para tapar una corrrupción sistemática,
Las terrazas tintinean en celebraciones que parecen hipnotizar cerebros que escuchan el motor que les mueve a provocar su propio desastre.
Gracioso es ver a nuestro patinador, poniéndose o nariz roja, o casco, o pechera o casaca, o toga como mimetizador de unos oficios a los que luego masacrará, si intuye algun peligro que les ponga en algun "candelabro" que les avergüence.
No se crean que algun carril puede quedar al margen de su voracidad; uno por sentido, son recorridos en un recorrido digno de un monociclo, dando obtusos golpes al pedal para esquivar lo que hace unos segundos han magnificado como la estable impertubabilidad de una certeza eterna. De esa manera con un pie sublima lo que parece una piedra indesgastable e inmutable y con la otra, lleva puntas de dinamita para deshacer en añicos a aquellos que les muestra la falsedad de sus comportamientos.
¿Se para nuestro artista?, No que va, exhuberante en su patinete nos da una de sus magníficas cabriolas en los que nuestros: ¡oh!, ¡oh! ¡oooooooohhhhhhh! se multiplican por las increíbles formas de trajes que les hacen dioses.
¡Jodío bocas! Nadie tiene derecho a aclarar que patinador y patrocinadores los obtuvieron con la venta incluso de esas calles, tomadas como de exclusividad suya.
Apenas hay posibilidades para librarnos de su tutela. Patinador embestidor, sólo sernos conscientes de nosotros y no desfallecer nos revive
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