martes, junio 23, 2020

The Smiths, trajes "made in Manchester"

Miguel Ángel Bernal Ballesteros, el traje de amar


Me han dicho que me vaya buscando diferentes trajes, todo ello me ayudará para que me imagen sea percibida por gran variedad de gente. Dicen que mi estilismo, tan sobrio, tan único, quizás, pero no me lo aseguran llega a poca gente.

Mira vecina, le comento, que ya tengo mis años y aunque soy un poco olvidadizo, recuerdo que me lo han recordado en varias ocasiones y apenas he tenido éxito.

 Recuerdo en Manchester, mi primer intento serio de sumergirme en el inglés; fracasado por un curso, sin sentido para sus ricos componentes que antes de pontificar, nadaban en fiestas y gansería, por mi infructuosa caminatas donde “The Smiths” y sobre todo “Chemical Brothers”, a los que había seguido en algún momento, caminaban en calles paralelas, por lo cual no las encontraba.

 Busqué, ávido, los trajes que me uniformarán para emprender aquel viaje, al tan lleno de matices, idioma de los Beatles, o del Shakespeare, me fui a Oldham Street y allí durante tres o cuatro horas vagué como alma en pena buscando los fonemas, a los que no tenía luz; merodeé como ese fantasma que arrastra chirriantes cadenas, con bola final, de nieve que se engrandece y nos arrolla, en este caso a los propietarios de las camaleónicas tiendas que podrían haber estallado en ira, sobre mis palabros tatuados de artificios, pero, ellos en sí, desafiaban mi loca puesta en escena; al final, aquel viaje por las cuatro plantas, dieron a un desván por el que me sacaron, desnudo de sus trajes y mareado de mis estrambóticos sueños de adquirir las palabras estampadas en sonidos de telas y dibujos que aún, no habían llegado a esos números de circo.

 Comprenderá, vecina, que por todo ello, y más ejemplos, en los cuales, alguno atacaría a los cimientos de la lógica y que por lo tanto, en estos tiempos en los que nos dicen que esa alternativa no nos dará equilibrio, no deberán ser reproducidos.

 Así que aquí ando, protegido por los consejos de los sabios; susurros para recordarte que debes alcanzar a tomar todos los trajes que te pone la sociedad  a tu alcance para que te transfigures en un ser asimilado a un paisaje, en el cual tú, te desapareces, brillándote en el espejo vacío de tu propia ausencia. 

Aquí la vecina, anda un poco escamada con mi verborrea. Va a replicarme, pero, magnífico mi interés por tanta variedad de tejidos y me da una tregua, intrigada

El caso es que me he visto impelido a coger el reto de probarme todos. No es fácil, renunciar a ser un ente más en la sociedad.

El primer traje con el que he salido, ha sido de astronauta; es junio, si, y en estos cuatro últimos días el calor nos ha recordado que puede penetrarte, como una daga por cien sitios a la vez, para dejarte anclado en la piel de un tatuado compulsivo. Mostraba ir seguro de mí; incluso, simulaba, glorioso porque en este vestido metía todas las hebras sueltas que están alojadas por los campos de las entendederas que no llegaron a enredaderas. Aquí, han anidado los bulos, alguna verdad y alguna que llevaba de lo uno y de lo otro, con lo cual era lo primero. Claro, yo quería mostrarle la incongruencia que anidaba en portar un traje de esta “guisa” sin tener pronto un viaje allende, incluso mi propio planeta, que no siempre es el que comparto con otros seres.

Estaba en estos pensamientos, que me llevaban a un engrandecimiento del sentido del ridículo en el que me hallaba embarcado, cuando esa voz, arquetipo de pulcritud, me ha endiosado, porque en el casco, en su parte superior, aparecía la visión de una peluda irrealidad. Me he dicho, que capacidad tienen algunos de derramar hierro fundido sobre tu autoestima, pareciendo, de cara al público, que te ungen poniendo sus cálidas manos sobre una cabeza de metafórica vista a un parque

La vecina me pregunta por el siguiente prueba, el traje de torero, ha generado sus correspondientes oles y mira tu porte, ¡qué gallardía! Me gritaba a la hora de coger la montera, poniéndome al mundo por la susodicha cuando igual me daba decir los torrentes de sinsentidos que podían brotar de mi boca, adiestrada para ser lenguaraz, que viste mucho, pero que no quiere decir que sea veraz. Mira que me han llegado a decir bellezón y ole tu gracia, pero como que no, que no encuentro ni el momento, ni el arte, para colocándome enfrente de un toro, yo le tenga que demostrar nada, cuando él, después de contemplarme con una cierta condescendía y habiendo yo, quedado paralizado de terror; él con su testuz, me aparte porque estoy pisando una hierba que quizás acaba de ser humedecida, de ahí, su color.

 La sucesión de pruebas de trajes, me ha llevado horas. Sólo soportada porque ella, ya adormecida, esperaba que la llevara a nuestro edificio. Era tal la pasión que ponían mis interlocutores para decirme: cuando seas capaz de portar todos, habrás adquirido el premio especial de una capa con la cual sobrevolar bajezas.

 Mira que yo fui de agua, en los ríos, me enfriaban o en los mares, quebraba sus piedras, pero una aditamento que me permitiría planear, ahora me atraía; si hace años, la superficialidad de ser un poco: “toca todo”, me había alejado de ello; sin embargo, con los años, y quizás la pérdida de falta de vergüenza me había puesto en la tesitura del vuelo, como alternativa de escape, se agrandó en mi mente.

 Al final, he mandado todo a la puñeta, igual que en un mes, sólo volví a entrar una vez en la tienda de Oldham Street, porque descubrí  que la adquisición del idioma, era ensamblarte con la cotidianidad de cientos de momentos sentidos; también me he dado cuenta, que en los trajes en los que me embuto, en los actos de mi vida tienen el sentido de pertenecerme porque me muestran en lo que soy.

 Puedes decir que lees 10, 15 ó más periódicos pero si no sabemos distinguir quien es honesto con lo que sucede, quien te muestra las razones, los orígenes y como se desarrollan los actos en los diferentes matices por los que está en la sociedad; quedarás a la deriva, en tu aparente neutralidad, cuando además, cuestiones a quien, delante de ti, quita todos los artificios con los que no te importaba recibir a quien te lo entregaba con hilo invisible, que embellecía tu pudor, mancillándolo.

Elena, venga que te he comprado dos trajes y viaje a Benicassim, no sé si vendrán los Chemical Brothers, pero ahí estaremos los dos.


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