Señora que le digo que se lleve la cabra.
Si, por favor que está muy alterado el macho y para mí que nos embiste.
- Qué no, que no se preocupe que usted siga dándonos de comer esos deliciosos frutos.
- Pero hombre, con este paladar tan exquisito que tenemos, como nos va a importar que se lo recojan esclavos.
- Nombre, hombre, no, usted tire al monte. Sígala, y denos unos divertidos días de verle entre pedregales y árboles jóvenes.
- Si que sí, allí se puede rascar. Bueno, si quiere un poquito de más, si le da un poco de alivio.
- No hombre, no. No sea suspicaz que no le queremos lejos; bueno, al menos a sus frutos. Lo único que llevamos una época que es un sin vivir.
- El borrego, que se ha estado tocando la lana toda su vida. Ahora, se ha dado cuenta que tiene cuernos y embiste. Ciego, ¡eh!, tira para adelante y a quien este. Con decirle que estaba la cabra preparada y se tuvo que apartar.
- El carnero, con eso que le mandan de visitas por todos andurriales, pues el animal más feliz que una perdiz. Vamos que es consciente que no tiene ni pajolera idea de nada. Pero el "macho ibérico" que le tiene tomada la medida, le ceba, le ceba y ahí que le tienes como "correcaminos", por la velocidad con la que cambia de sus idioteces y con la torpeza del coyote al que termina cayendo la piedra.
Y lo tienes que comprender (...), de verdad, que nos gusta la fruta; no podemos vivir en ese estadio de ansiedad.
- No, que si he dicho podemos, no es para quitarte el tractor.
- ¡Qué no, que no te lo quitan! ¿Tienes ya los frutos maduros?, pues tráenoslos. Uff, están deliciosos. Te queremos.
- Si, les queremos, aunque lo hayan cogido gente a los que no les das ni derechos, ni salario justo.
- Venga, nos vemos; bueno mejor les vemos a tus frutos. A nosotros, si nos vieras también nos odiabas
¿Quien era?, me pregunta la señora..
El cabrero, su marido.
Ah, ¿pero le ha entendido?
- Anda coja esta cabra y la junte
- Uff, la
naturaleza tan bella. Y las bestias, sueltas
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