Dylan nos arroja desde los primeros momentos de la mañana, al bosque que nos lleva al Alto Tajo. No está conforme y piensa que las piedras que van rodando hacia la vertiente del río pueden esconder el tesoro de las sendas que recorrieron nuestros mayores de entonces, y los de ahora, en aquel tiempo, niñas con mulas portadoras de bocata y bota de vino para aliviar las horas interminables.
Para que vivir, aquellos instantes que pensamos eran de desolación, si entonces lo que era de supervivencia, de encuentros, de jalea real que animaba las miradas de amor, a veces, insatisfecho.
No, él viaja, en su gira interminable, porque es el juglar global que un día reflejaba con sus focos bellos y brillantes, la maravillosa trenza interna de conocimientos que se conectaban para ser universos de días de bocadillos con sabores de hábitos que nos trascienden para darnos las energias para no anclarnos en las mismas costumbres que nos eliminan.
Es difícil imaginar viendo las pildoras de días soleados compartidos con jóvenes, niñas, niños embarcados en el barco de sus mayores, pasajeros de un Bruce, capitán en una banda de un barco que le necesita para equilibrar el viento del tiempo que se fuga, que ahí, puedan anidar una mente que necesite soltar las remoras que han ido dejando tanta entrega.
Así, nos lo cuenta; pero es tan difícil volver a esas sendas, no para dibujarnos sobrevolarnos con los años que no pesan, sino para llevar el cuidado de los lastres que ahora se han añadido a nuestros gemelos, a nuestros talones con tendones que Aquiles muestra ahora pesaroso, conociendo que Helena nunca se hubiera entregado a él, si a su lado no hubiera estado el amado efebo que tantas noches la había soliviantado, cuando él, Aquiles, creía que maquinar conquistas, la harían esclava de sus conquistas. Eristreo, en aquellas noches, solitarias, la sumergía en lagos dónde las aguas clamaban paz, ante tanta pasión.
Dylan lanza, cada día, un beso con su mirada esquiva y crítica, sólo para decirme: el tiempo
está cambiando en ti, porque le has cogido por tu manillar para tomar tus
nuevos caminos. ¡Cuánto cuesta, cuánto me necesito! para este tiempo único de sendas a recuperar, por diferentes
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