jueves, junio 18, 2020

ELA, mi compi, encuentros

Es el ELA, Jesús y un intervalo en el que nacerse.

Si ese momento, donde me recuesto para contemplar el palo que ha salido volando en mitad de un cañaveral. No debiera ser raro, porque muchas veces cuando ves que están sucediendo cosas que no son normales, aunque te sientas bien arropado por todas las acciones y personas que te rodean, que "son la caña", sin embargo tienes que saber distinguir que el aire fresco de ser tu mismo, ha sido embotado por tantos y tantos sonidos que producen el viento, pasando por entre ellas, o incluso por sus agujeros que sueñan ser flautas que atraigan sirenas que sobre su boca modelan los encuentros de magmas en fuga y, por el contrario, te llevaría a acantilados con pies de cuchillas.

Ese palo pudo ser una excepción y a lo lejos, desabrigado podías contemplar que se rehacía con la fuerza que da habitarse en la honestidad. Y aguantó en una mente rebelde, mientras su cuerpo le recluía en una silla sin ruedas.

 Hoy, Juan Carlos Unzué, que forma parte de nuestro imaginario futbolístico, al que ya hace muchos años dejamos de pertenecer como sus adoradores, nos confirma que tiene el famoso y carcelero ELA, lo asevera delante de sus compañeros del Barcelona; ¿por qué siempre, he tenido la sensación con este club es que tiene a jugadores con un corazón de colores de fraternidad y comunión, mientras el equipo al que defendí, lo tiene de pálpitos al dinero?.

Dice Unzue, antes portero, después entrenador que ahora pasa a ser un jugador de un equipo más modesto, del mismo que fue integrante Jesús Escamilla Cid, mi compañero en el colegio Ciudad del Aire, mi amigo porque siempre estaba ahí silencioso, pero como una roca sobre la que reposar; mi maestro porque me mostró que quizás, los pájaros en la cabeza pueden ser interesantes para un momento de contemplación, pero están para liberarlos y que lo importante era darles a las alumnas-os cosas prácticas. Exposiciones con sus habilidades manuales mostrando nuestro río, nuestra naturaleza, nuestra historia, en paneles de cartón, plástico y bombilla detrás. Era práctico, era docente, nunca he sabido hacer eso para mi alumnado. Mi pena, mi límite.

 Un día, en el pantano de Bolarque; yo, por buscar mi frustrado enamoramiento final, y él pasajero afable, empezó a notar que los brazos, no querían acompañarle para salir de aquel lugar tan bello.

 Nos acompañó unos años, y persistente, hasta el último momento que pudo andar, me buscó en el instituto Ignacio Ellacuría, ¡cuánto se daba cuenta de mi necesidad de ser arropado por gente querida!.

 Cuando ya, en su sillón, fue perdiendo fuerza, en sus extremidades, mis visitas se sucedieron pero, ahora, aquellas, te parecen pocas. Mi curso de teatro, me hubiera gustado que lo hubiera interpretado delante de él, para narrarles mis pánicos en el Guil, mis terrores en el primer Ourika, mis aprendizajes sobre el Tajo, que me vistió de tantos trajes que podría haber necesitado un ropero como casa. Sin embargo, un día, en un intermedio, de ese entrenamiento, me dijeron que su corazón. Ese que era de cariño, de comprensión, de silencio ante las puñaladas asestadas, había dejado de latir.

 Siempre lo tengo presente, cuando disfruto con los alumnos, cuando me equivoco, cuando soy impaciente.

 Hoy, el hombre Juan Carlos, me llama a integrarme en su equipo. Será un verano, de enormes fallos, búsquedas, experimentación y errores que espero sean subsanables, pero me vuelco en mi curso, para darle lo que yo ahora soy, en mis limitaciones, el llanero que intenta salir de un desierto para vestir a estos seres, que en el caso de Jesús, y tantos otros nos dieron una alfombra de su amor a la vida, que nosotros en nuestras posibilidades debemos recorrer para no quedarnos agarrados en terrores que nos paralicen.

 Aquella bella madera se elevó cuando el viento de los intereses creados, de las falsas amistades, del vivir en lo mediocre le podía haber convencido que mejor no moverse. Vaya si se movió y ahora, que una alumna buscaba contactarme para agradecerme, el haber estado ahí; que hoy veía a otras dos, que también se van ya, con una sonrisa, que Juan Carlos ficha por el ELA, me acuerdo de él.

Si un día diera un paso en un escenario, para andar al infinito en mi apoyo a la investigación sobre esta enfermedad, estaría con una energía doble, que nacería de una mente que, sin ruido, originaba melodías donde contener multitudes.


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