jueves, junio 11, 2020

Correr espacios


Ayer, cuando trataba de contar a un alumno el cuidado que debía tener para correr, a la cual actividad me dijo que dedicaba un tiempo grande cada día, me di cuenta todo lo que significaba y había significado la carrera en mi vida.

Al hecho, de recordarle que debía estirar mucho, y él me recordará que lo hacía al principio y al final, le añadí que sería importante que no corriera siempre de la misma manera. Correr de forma continua y al final, una pequeña aceleración parece que era su rutina, más o menos diaria.

Eso me dio pie para hablarle de lo importante que es tener una diferencia en las intensidades que vas a utilizar a lo largo de la semana.

-          La carrera continúa te daba una resistencia para aguantar durante un tiempo más o menos largo, según los minutos dedicados a ello.

-          Los cambios de intensidad durante dos o tres sesiones a la semana, te dará una mayor resistencia a unos ritmos de carrera más fuertes.

La buena combinación de estos dos elementos, era una tarea en la que yo le reconocía que no podía participar. Yo había sido, por así decir, el conejillo de indias sobre el que se habían usado diferentes tiempos e intensidades, pero la sabiduría y el conocimiento de una buena mezcla se la otorgaba a los licenciados o entrenadores, expertos en la teoría del entrenamiento. Eso no es nada fácil y ahí entraba tanto la anatomía, como la física, la química y la biología. Todo un mundo de alquimia a la que yo no había dedicado tiempo y en la cual una mala mezcla podía producir lesiones de, a veces largas, y de frustrante duración.

El alumno a quien le contaba esas cosas, no se iba y me pasa como la experiencia que he tenido esta época con mis alumnas-os que de forma voluntaria continuaban atendiendo aunque yo fuera entremezclando los temas de los que les quería hablar con la propia experiencia que pensaba le daría un poco más consistencia a lo contado.

De esta manera, me embarqué en lo que siempre ha significado para mí, correr, un espacio de libertad, de encuentro y de valoración personal. Entró en la narración también lo que ahora parece la moda de las carreras de montaña, que te da margen para buscarte en espacios bellos, duros y también en muchos momentos peligrosos. No es mi fuerte, porque nunca he tenido esa especie de recorrido por todas las emociones del mundo que parece que se necesitan para vestir una vida; correr, antes rápido o más y ahora, de forma cadenciosa y, a veces, oprimido por las cadenas de los gemelos me da el suficiente estímulo para poder, o pensar en otras cosas o descubrirme fuera de las paredes mentales que me producen temas que me ocupan.

Una vez que me reconoció, que en estos momentos, podía estar, más o menos, él por esos mundos, me pareció oportuno diferenciarle lo que él había hecho hasta ahora, correr cross, de lo que era la carrera dentro de una pista de atletismo.

El cross con sus cambios de pendientes, sus bruscos giros y sus terrenos irregulares te daban una dureza en el mantenimiento de ritmos fuertes, mientras que las carreras de media y larga distancia en el tartán te permitían utilizar una buena técnica de carrera, que durante los años que estuvo conmigo este alumno, yo utilizaba en los calentamientos de las sesiones de Educación Física y que espero que, ahora entre sus hábitos tenga tiempo para mejorarla e incluso incidir en ejercicios que le hagan trabajar músculos que son más difíciles de hacer trabajar ya puestos en carrera. Le diré, porque en este aspecto creo que no le insistí, que lo tenga como una rutina, pues una buena calidad de zancada, le va a permitir ser más eficaz en el esfuerzo empleado, y por tanto, unos minutos varias veces por semana se hacen muy necesarios.

Y así, se iba alargando el tiempo que él me dedicaba a compartir este mundo de la carrera. Ahora muy de moda, como una liberación después de haber estado amarrado a mecanismos virtuales que nunca eliminarán la necesidad corporal y espiritual de salir al exterior sin estar atados por mundos que parecen lejanos y por lo tanto exploratorios de otras realidades pero que sin embargo, nos tienen atrapados a una pantalla, con la limitación de tener un cuerpo encadenado.

Entre una de las conclusiones que quizás, de forma muy pesada, pero para mí fundamental a tener en cuenta, le comenté la necesidad de buscar un equilibrio, un tiempo de esfuerzo, con un tiempo de descanso. A estos aspectos el cuerpo y la mente, que tantas y tantas veces se muestran soberbios y engreídos por sentirse que recorres universos vedados a la gente sedentaria y conformista, le tienes que poner el freno de la cordura. Volvía, otra vez, a la confianza en entrenadores o personas que tengan la suficiente experiencia para que te haga mejorar en los aspectos de fuerza, velocidad en la resistencia y que conozca tus circunstancias vitales para que el sobreesfuerzo no te postre en una lesión que vaya a ser duradera; le comenté la experiencia de un gran atleta que seguro de su gran condición física se embarcó en un sobreesfuerzo como es la maratón (42.195 metros) a gran intensidad y calidad pero que, no conociendo bien todas las circunstancias, tras lesionarse, no volvió a ser el mismo en cuanto a los resultados que parecieran que podía haber obtenido en el mundo de los 10.000 metros y carreras parecidas. Eso y las circunstancias de la vida le apartaron de ese mundillo de élite que sin embargo, ha seguido manteniendo en cuanto a su humanidad en su relación con las demás personas.

Atraen muchos retos cuando empiezas, mi comienzo definitivo después de haber hecho algunos amagos con Jesús Ortega y en el Retiro durante la mili fue con Maxi, Vicente, José Luis, con estos dos, un poco más mayores, podía seguir la dureza de sus obsesiones por hacer grandes maratones como habían hecho, pero mi cuerpo no estaba amoldado a la repetición en el tiempo de estos sobreesfuerzos; por tanto, a finales de unas Navidades, donde la acumulación de calidad y cantidad me produjo una grandísima periostitis que pensé que el frio de un día nevado engañaría pero que me hizo llegar a casa arrastrando; lo salvó un oportuno viaje de acompañamiento a Sevilla, con el grupo que iba a correr la maratóní. En la feria del corredor, encontré la revista “corricolari”, con un artículo y sus remedios para esta lesión, que fue la llave que me abrió la continuidad en un mundo, que en contadas ocasiones he dejado de practicar.

Correr espacios, para soñarme libre

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