Elsaltodiario.com. Voces para apabullar
Alguien, sentado, pretende impartir magisterio diciendo una auténtica chorrada.
En lo que se supone una conferencia de un presidente de una Universidad, aunque sea Católica, pero Universidad, su rector se hace eco de la misma calidad de afirmación
¿No se dan
cuenta que quitan valor a la doctrina que dicen defender?; no para quienes ya
no están en su línea, pero sus seguidores ¿comprenderán que será otra falacia la
libertad de elección de centro, para unos beneficios que perjudican a otros?.
Sólo, por eso, el silencio golpea la puerta de la injusticia para campar por
ella
Encontrar un momento para salirme de lo que soy yo, de lo que sostengo, de lo que pienso y de lo que sigo; quizás para verme, tal vez, para comprender que todo en lo que he basado mis certezas, mi equilibrio de ser siempre lo justo, esa verdad absoluta que he seguido en todo momento como imperativa, no es tal vez tan consistente, si a quienes tomé de ejemplo, di mi voto, y defendí, eso sí, ahora me doy cuenta, tratando de igualar lo malo que veía en ellos, con el contrario, al que siempre he repudiado, porque de esta manera se me enseño y yo, que había edificado mi vida sobre los cimientos de lo absoluto, no podía comprender otra manera de estar y ser dentro de una sociedad.
Igual, todo, todo no tienen esas bases tan sólidas y lo que si me estoy dando cuenta, que todo está funcionando y que la arquitectura de nuestra convivencia no se debe confiar a cánones clásicos, que dice la leyenda son eternos, sino que debo fijar unas poleas, unos apoyos que se adapten a los nuevos movimientos, tan imprevisibles como inesperados por momentos.
¿Qué sentido tiene no ser sostenible la fórmula que ha existido a base de golpes y aspersores de ir por ahí, la contundencia de los hechos?
Ninguna, entonces; menos, ahora. Nada se ha confirmado dé mejor atención al ser humano, dé mayor valor al reconocimiento de los que viniendo de allende nuestros pequeños horizontes, a la vez, no hayan venido subidos sobre las aeronaves de nuestras comodidades.
Empezamos un viaje, hoy en el océano de los hechos cotidianos. Existen grandes bajeles que estos días, se han unido por la emergencia económica y por tanto, social, que a la vez golpea a nuestras débiles góndolas. Quizás, nos quisieran decir que ellos, desde su puesto de mando, pueden contemplar mejor lo que sucede.
¿Quién se atrevería a contradecirles, si siempre desde arriba, tienen sus hermanos Pinzón que nos avista un futuro?
Y aún, entre olas gigantes, que a ellos, ni las notan y a nosotros, nos meten en vértigo, les decimos que comprendemos que nosotros somos esenciales. Y sus dineros, que dada nuestra baja posición, podemos ver salen por las cañerías en "b" que nos decían que era para limpiar fondos, son, en realidad, conductos a otros paraísos, ajeno a nuestro enorme mar que necesitaría tierras de reposo y no escondrijos para pirateos.
Nadie les niega su condición de almirantes de bellos yates; tampoco deberíamos renegar nosotros, pasajeros de otro rango, de nuestra capacidad para darnos cuenta de lo que dijeron en una época que era de un claro color permanente y ahora nos dicen que no, que del contrario; ponemos en duda de lo que amaban a la patria, y porque vimos lo que la robaban o escamoteaban; de lo que ajustan sus rodillas ante el respeto a su dios y lo que en nombre de éste, esquilmaban, dejando de pagar a quienes les habían sacado las "castañas del fuego"; nos que quebrará el ánimo quien habla de la lealtad, que se supone a todo ser viviente que te rodea y las patrióticas insidias para difamar al diferente, tan poco ético, tan poco, humano; tan contrario, al dios justo al que pones testigo de tus podredumbres
Hemos pasado la palabra sostenible al sueño de un mundo que hemos entrevisto que era mejor, más adecuado, más vida para las generaciones que nos sucederán y no nos damos cuenta de lo importante que sería para nosotros que desde las plácidas encalmadas en las que vivimos el 90 % de nuestra existencia, generamos actos que al caos le concede la violencia de un maremoto y la chicha que nos cae, cuando ni viento, ni olas nos parecen agitar, la convierten en agujeros fluctuantes que nos pueden absorber, pese a nuestras certezas.
Nos ha ido todo bien, pese a que los menos, por poderosos nos han ido, de forma persistente, arañando sobre la superficie que navegábamos hasta hacerla débil y a merced de sus olas de prepotencias.
Ser sostenible, nosotros mismos, sería empezar a hacer valer, tantas y tanta embarcaciones que unidas como las de alguna tribu de la Indonesia, nos harían más estables porque les demostráramos que tanto les necesitamos por lo que generan, como les repudiamos, por lo que esconden y nos niegan.
Pero
eso necesita un viaje, más pronto que tarde, de nosotros mismos para no
quedarnos a merced de sus vaivenes, de sus egoísmos, de sus soles que sólo son
focos, con eficacia conducidos a sus brillanteces. No es fácil, es cuestionarnos
en tantas y tantas certezas a las que dimos el sello de eternidad. Es difícil
salir de ahí, en cualquier edad, es necesario para no ahogarnos en
contradicciones que una imagen venerada no puede aplacar
Si, un día afirmamos que matar al que nos decían, diferente, al lejano, al que nos decían malo no podía ser bueno, porque nada equilibra un hundimiento, con nuevos agujeros; tiempo después, nos pareció injusto que los únicos que lo pagarán eran quienes no lo habían empezado; sabíamos que sólo eso podía suceder porque habían llegado a nuestra sociedad cuatreros con mentes asesinas que no dudaban el utilizar la bazofia para ellos engordar y para conseguir su fin; por ello, quiero creer que sólo por ello, nos rebelamos y si, en un principio no habíamos errado, si nos equivocamos, en apoyar con rodeos.
Para ser sostenible, debo respetarme, incluso en mis fallos, que no deben ser dirigidos por quienes los provocan en sus cálculos de control de una sociedad.
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