Theguardian.co.uk, 6 meses para un cultura más verde
Es probable que cuando me haya quitado la cabeza para no rozarme con tantas ramas bajas y para, a su vez, no sentir su pesadez, que con este Sol tan justiciero se convierte en un amasijo de sesos que en su tiempo, podían ser hasta chupados, por su gusto picante con tono agrío, pero también porque ahí podían estar las conexiones neuronales necesarias para no dilapidar un bonito futuro con aquella chica tan diferente, hasta en la pausa; pero que desde el primer día de Universidad te había atrapado en el maldito silencio, que ahora pudieras comprender bueno, aunque no lo fuera.
No me ha importado ponerme los ojos en el pecho porque de esta manera, estos han vuelto a sentirse rodeados de una pelambrera que le taparán los ojos cuando se le humedecían porque contemplaba el activismo impotente, ante la saña con la que estamos destrozando nuestro planeta.
Dice una voz conciliadora que estamos también en un ciclo donde todo esto tenía que llegar. El calor extremo, tiempo apacible incluso en pleno invierno.
Yo que me ha dado por hacer pesas de lecturas de Climática, oyendo carnecruda siento que mis pechos son henchidos tanto de conocimientos como de ira, por la impotencia con la que nos sometemos a ese conformismo atávico que impregna la aceptación de nuestras impotencias. Antes, cuando no renunciaba a quitarme la cabeza para según que actos, podía sentirme fuerte, por lo compartido y porque quería y buscaba la compañía de quienes buscaban avanzar, aunque fuera en diferentes sendas.
Hoy, casi me da igual, sin nada en la cabeza, siento ligereza, la mano de quien me la da es cálida, con dedos largos y con palmas que me describen un mapa para seguir en la vida las consignas firmes que noto en sus nudillos. Siento en sus venas, el pálpito salvaje de las verdades inmutables, pudiera ser que el flujo sanguíneo de tantas miles de personas hubiera creado un bloque mítico que nos empujará a sueños comunes. Preferiría esto a saber que esas nervudas protuberancias le fueron hechas por los parroquianos que les marcaron sus faltas a la hora de saldar sus deudas. Para que sobreexponer los frutos de una iniquidad y una ausencia de moral, si puedes grabar esas extremidades nervudas en una tela para darle una pasado mitológico.
Me he quedado debajo del árbol, salvado por mi temporal inconsciencia, descansaba y me consolaba porque uno no está habituado a perder tan importante miembro, que podríamos decir que es el que corona extremidades robots, para distinguirnos de estos seres, por ahora, incompletos. Todo mi cuerpo, como abandonado, ha rejuvenecido cuando la cabeza botada con champan ha acudido a su sitio habitual.
Esta unión permanente, cuerpo y mente, ha retozado, a la vez que se ha quebrado cuando ve que todo se repite. Ciudad en aceleración permanente, salida para liberarnos de cadenas que nos pondremos el domingo, a la vuelta.
Se oyen más las voces de feoes porque con sus dineros tañen en todas las campanas susceptibles de ser badejadas que el silencio que restalla cuando se niegan a satisfacer sus deberes ante la sociedad, que les da esa su ventaja, para 20 vidas por delante.
Raro es desde luego, que alguien que no había trabajado hasta su ascensión al cielo ministerial, posteriormente sea recompensada con su estancia a sus manos derechas, sin ningún reproche, sin ninguna vergüenza; mientras arquitectas para un mundo en el que todos sean atendidos tengan que ser sometidos a las bajezas, de quienes para ser dueños, tuvieron que ser siervos.
Expertos nos avisan que seres atropellados, ya mismos, por un cambio, que si, reconoce mi interlocutor que estamos acelerando, pero no sabemos bien hasta que límites y en que proporciones lo estamos implantando.
Como en
"M, el hijo del siglo", la superchería, la mitificación y las
palabras de la glorificación de un gran poeta, pueden convertir en fieles
arietes a quienes sueñan tener una misión superior, que sin embargo sólo ha
sido servir a los que siempre les sometieron pero, ahora, con el abrigo
vibrante de una tela imaginaria.
El árbol apacigua la cabeza revenida; la información nos prepara para el conocimiento y la impotencia, más si aquella cierva supo esperar pacientes a que llegará su cervatillo, para ponerse ambos a cobijo; no seremos nosotros quienes no vean la necesidad de hacernos conscientes de las tremendas fallas, que nos pueden hundir para engullirnos
No hay comentarios:
Publicar un comentario