Cuando surge la pendiente, el agua se acelera y la visión de lo que te rodea está recogida en flashes inmediatos a los que apenas tienes respuesta. Tienes que haber preparado tu kayak, tu casco, tu ropa, tu pala, tu cuerpo y tu mente.
No es fácil ir las 70 veces que entres en un río con la mejor predisposición, probablemente haya sido una semana dura en el trabajo, o de dudas con tu entorno o de conocimiento de otras cosas que te absorbieron toda tu atención y tiempo libre. Tu llegada de fin de semana al agua habrá estado rodeada de una circunstancial, en tu vida, repetición de actos en los que te encuentras cómodo.
Sin embargo el río, no espera en esa rampa todas las condiciones personales que te han rodeado, por lo cual deberás verle y activar costumbres que te han ayudado, ejercicios que te introduzcan en las acciones que te serán requeridas después, y acoplamientos a la piragua, pero también a todo lo que te va a proteger que pudiera haber experimentado algún cambio no previsto. Esto último, es más que posible que ya lo percibieras en el último momento de la anterior vez y que esta circunstancia, por tu semana tan diferente, la hayas obviado con lo cual en este instante se podrá solucionar con pérdida de tiempo o con una reparación que como la persona que no lleva cuidado de abrir una caja, y la rompe por el sitio donde esta, pierde consistencia sin ninguna posibilidad de reparación y menos con unas pegatinas que sólo servirían para ponértelas en la cabeza y decir, "no se te olvide que olvidar al río una semana, es olvidar el cuidado en las relaciones que debes mantener para que la otra persona se pueda sentir próxima a tí". A partir de ahí la pegatina en la caja se romperá porque no era su función y en la cabeza, se te irá, porque en algun momento te lavas y el único remedio es que lo hayas interiorizado.
Con los pedales ajustados a tu mejor opción de ir ensamblado y el chaleco y el casco acoplándose a los espacios donde funcionan, un calentamiento se hace necesario como muchas veces hemos dicho de forma general para que el cuerpo despierte y preparé pies, piernas, tronco, brazos y para que la mente sienta una dormida energía en la que te puedes encontrar cómodo, pero sólo fuera del agua.
Cuando ya empieces los ejercicios específicos de la actividad a realizar, pensarás en rotaciones pasadas con las que llevabas el agua a una corrientes; en tracciones orientadas, con las cuales sentías que el barco tenía un volante en el cual eras experto y unas paladas rápidas pero contundentes y eficaces que buscan los apoyos en el agua sobre las que cambiar rumbos, corregir caídas en rebufos lavadoras y agarrar aguas sobre las que impulsarte para salir de unas brumas que al igual que las londinenses no sabes lo que te deparará después e incluso te saldrá, allí, un vehículo, en el agua una piedra, un salto, un árbol caído, todos inesperados en una y otra circunstancias y que puede cambiar tu paso por las ciudad y tu seguridad quebrada en un agua o fría o agitada o violenta.
Cuando ya has buscado un espacio que te dé margen para que el agua en un primer momento te permita un encuentro cariñoso, con sus manos impregnadas de ternura, practicarás dentro de la embarcación y mecido por cunas, aún calmas, los pasos de baile conocidos. Pero ya estarás en disposición de una nueva aventura y el agua, como Bob Dylan, cada día, por tus personales circunstancias, por su increíble brillantez te ofrecerán maravillosas versiones en una misma ruta. Y tú, si oyes a
"Visions of Johanna" en tantos mundos nuevos, estarás viajando a una única experiencia de ese día y en esas circunstancias que te confirmará que amas el río y escuchar la voz que te acompaña en tantos sueños
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