Embarcado en el libro de Gianni Rodari "gramática de la fantasia", zarpo para describir el mundo que se me presenta en el horizonte. Necesito ayuda y por ello, él con su literatura-banca, me la acerca esta hasta la borda para que llegando más alto, pueda ver desde mejor perspectiva tanto el horizonte, como las sombras que aparecen debajo de las aguas.
En un primer momento, desventado el barco, paralizado en una encalmada que me pudiera parece improductiva, sin embargo, no muy lejos, percibo el runruneo de una enorme corriente, pero no de agua, que parece que al llegar nosotros a ella, se hubiera activado un semáforo inteligente para que el viento dejará de empujar nuestras velas como a un Sísifo que se le ha librado, por un instante en su eternidad, de seguir subiendo la enorme piedra en una tracción sin descanso.
Estamos acostumbrados a tantas paradas, que ya nuestra mente lo asimila al hecho de quedarse mirando durante un rato al móvil.
Yo, iba a hacer eso, pero claro, la fuerza de la corriente estaba produciendo un estruendo que no me permitía concentrarme en alguna de las cosas insustanciales, efímeras con la que paralizo mi mente para acudir zombi a esa gran verdad proclamada en el mensaje, que el olvido en el primer mordisco a la vitamínica zanahoria.
No podía creerlo, el dinero de todo el mundo, se había canalizado en aquel flujo; las cámaras acorazadas habían sido burladas por un hierro aburrido de su seguro hormigón; se había arqueado para dejar paso a tanto oscuro billete que se deshacía por momentos como el chocolate que hubiera querido comer su guardián sin darse cuenta que el cambio climático le había reblandecido para convertir sus componentes en cruel testigo de sus ansias.
Las palmeras, míticos testigos de cuerpos morenos, exhibidos en su esplendor, sin el castigo infringido a los pobres que los deben adaptar a otras de sus celdas en la que admiten ser encerrados, para ser salvados y sanados, se habían convertido en pateras, que huían de sus paradisiacos señores para buscar acomodos menos petulantes, menos obsesionados de convertir en cielos, su paso por la tierra.
Las facturas que querían quitar ceros, para que estos sirvieran de colchón a los dedos de los trileros para seguir haciendo sus fechorías, también habían visto como ese dinero se subía sobre las tablas que le llevarían, por esta corriente hasta remontar, expertas, por los ríos de necesidades que tenían la Sanidad Pública para dar dignidad a todas las personas nacidas (raro era ver la preocupación por las no nacidas, de voces bíblicas y raro era oír sus soberbias sumas “por las cuentas de la vieja”, de las ganancias con especulaciones en sanidades apañadas y en educaciones, decían que libres cuando, sobre todo, eran selectivas).
Escribía Rodari en su libro sobre esa situación, como algo fantástico, por imaginar; pero leches, yo lo estaba viendo, cerca del Meridiano 0, en alta Mar; el dinero cogía y se iba por corrientes secundarias para ir a corregir tantas y tantas situaciones injustas, y lo más curioso es que, como locos, los inmensamente ricos, con sus motoras planeadoras de oro, volaban hacía una y otra parte de las corrientes, las atravesaban, las intentaban hacer un lazo imaginario como para empaquetarlas y que volvieran a sus guaridas, pero no lo conseguían; lo que si quedaba eran esas inmensas naves de oro que aun así, les permitían diferenciarse de mí, de mis pobres atuendos y perspectivas. Lo curioso es que a mí, no me importaba, pero ellos, que se enriquecieron con las energías fósiles, ahora ya, también enriqueciéndose con las solares, no cejaban de intentar reunir su amado dinero; eran insaciables, persistentes, habían convertido su vida en un solo intento de conservar lo que creían suyo. A su lado, no marineros, porque eso hubiera implicado un grado de conocimiento y sabiduría, sino menesterosos morales les ayudaban, dando voces, poniendo trampas para que el dinero reculara hacía sus antiguos dueños. Nada de eso era ya posible. Como en el cuento, aquello se había hecho realidad y el dinero había desaparecido para convertirse en oportunidades que estaban siendo entregadas a personas diversas, que se equivocaban de paso, que confundían la noche, con un día de nubes, pero que tenían dignidad y se valoraban como seres humanos. Tanta y tanta predica para descubrirse dando pasos fáciles para tener perspectivas de respeto a sí mismo y de esperanza sin condicionadas entregadas y condicionantes seres pueriles.
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