martes, julio 01, 2025

El mirador en un mercado.

 Irene, cuando se sumerge en el bosque, no tiene decidida su postura acerca de la pintura que pondrá en su estudio. Ha estado revisando todas las que fue acumulando durante años y que en el último traslado, acumuló en el piso de Luis.

  Él ha salido de la ciudad para unos días; pensaba que tendría problemas porque los últimos días todo se ha retrasado, se ha dado cuenta que está arrestado por la colección de imágenes que le muestran como una pócima curativa pero sólo es adictiva y peligrosa. Todo su esfuerzo, tras esos malos momentos se han dirigido a la elección de la ruta para llegar hasta el mar escondido.

  Le han prometido que por allí anda el espíritu de Albert Ayler con su Free Jazz.

Irene escoge una pintura que utiliza un color sólo; por allí se esconden miles de matices y Lou los maneja con su brocha de sonidos, a Jane la ruega que no se vaya pero ella emerge esplendorosa por las deformidades de las piedras a través de las que avanza Luis. 

   Explora el paisaje que se ha parado delante de él; sus miradas se cruzan y en el filo de la piedra que les sujeta, sus dedos se lanzan a encontrar las llaves en el otro que diseñe la otra dimensión que se hayan en los accidentes que van recorriendo. Nada es común, quizás el ansia de dar al otro ser información de un placer eterno que dure este tiempo en común.

  Sube la intensidad de los acordes y la lengua explora el éxtasis en cada una de las armonías que descubrió en ella. Por momentos, la arena le araña y una ola le mece y entonces necesita apartarse un poco para asegurarse que no ha vuelto, que no es aquella tripulante que le guió a los volcanes de los apenas van quedando reminiscencias.

    Existen los satélites para el amor; uno ha amerizado en el mar escondido que les bañó; Irene lo toma entre sus uñas que recorre con suavidad como hacía los recorridos sobre la espalda de aquel, antes que perdiera el sentido amarrada por cada poro hacía aquel que pugnaba porque cada uno de aquellos instantes estuvieron bañados de las gotas de la satisfacción a las que ponía autopistas para que fueran descripciones de una mapa tatuado en su cerebro

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