Me la envía hoy, 20 años después. Ya he sido ministro y estoy en una empresa a la que ayude.
Entonces, me decía que me amaba y que al día siguiente, me prometía emprendería un viaje hasta nuestro punto de encuentro.
Pee Wee toca y yo estaba viajando hacia el río. La corriente era muy fuerte y nuestro amor no era Moisés.
La carta la dejaste en la punta de la mesa, mientras te aprestabas a hacer el amor con tu amante que sabía como estrujarte la voluntad.
Yo en la orilla, cogí un crucero, donde embarqué mi dignidad hacia un horizonte que se la traga pero que alimenta las ansias que nunca se satisfacen.
Hoy, la envías por si se puede edificar algo entre los despojos de un amor que era estar ebria de sexo y acabó tan pronto como tu juventud y mi podrida mirada de recibir a todos como posibles compañeros enemigos a los que traicionar, por anticipación e ir vestido con trajes tejidos con jirones de indignidad.
Hola querida, voy en una balsa a tu encuentro.
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