Una capa sobre la tierra conocida y un girón en ella, para tu vergüenza.
Nadie podría imaginar que esas hierbas tuvieran la capacidad de atrapar la atención de Marcelo que vino de aquel planeta donde nos habíamos ido tras dejar este planeta baldío
El caso es que Julia, viendo que todas las consistencias en las que había basado este curso, se diluían y le dejaban sola ante el peligro; decidió que no haría como había hecho la última que le sucedió, no iría a un curso en Dublin, que de todas maneras, le reveló en gran medida donde iban los niños, para formar las nuevas generaciones que tuvieran un cierto nivel de inglés.
No hubiera estado mal quedarse, fue el año del cambio de sede de Interestellar y le hubiera venido bien, tener unos mejores conceptos de la construcción de estructuras. A cambio, lo confió todo a quien no hubiera tenido que hacerlo.
Ahora se ofrecía una sucesión de pentagramas y lo que durante, casi 1000 días había sido un seguidismo, ahora se agachaba y miraba por los bajos, a los lados y desde hace tiempo, a los cielos para conseguir claves para su supervivencia. Esta no tenía nada que ver con las de los seres humanos de Palestina; no aceptaba a ver quien mirando esto ahora, pudiera justificar la eliminación de unas ilusiones, de unos sueños, de una sucesión de actos que estuvieran guiados por el corazón.
No había llegado el momento de reconocerse en su capacidad de empatía, por encima de todo el odio que le cargaban para ver a aquellas niñas devastadas por el hambre, como enemiga, se preguntaba.
Sería necesario ver a quien sólo de habla de odio, como de incitador al mismo. Como aquel viaje en autobús hasta la estación del tren. Había oído hablar de aquel engendro, como payaso le definió su propio abogado para quitarle de mayor pena ante la denuncia de un político, pero no tenía la capacidad suficiente para escuchar por el mismo la basura moral quien había flirteado con un enfrentamiento civil o incluso con embaucar a un débil mental para achucharlo contra los enemigos que tanto le sacaban las vergüenzas de su servilismo y mentira.
En aquella madrugada, iba sólo en ese servicio público, quiso comprender desde que se subió a él que al frente del volante iba un enajenado mental, porque así sintió que puede ir uno si escucha a esa especie de boca fuego con ganas de encender los crematorios que cree recordar que iba ladrando aquel mercader de los infiernos.
Tenía ante si una desierto que iba enmarcado en forma de pentagramas y tendría que ir haciéndoselo significativo con las lecturas de las que se había rodeado.
Sabía, desde hace años, donde se encontraba a si mismo y como tenía que evitar distracciones que le podían encerrar.
Mirar horizontes, com le había aquel, desde naves sin más misterio que estar llena de sinvergonzonería no era una opción; era descerebrarse cuando en todos los demás actos de su día a día, construía pequeños cimientos donde encontrarse para su homenaje a la vida, propia, cercana y la que merecen en Palestina y otros lugares, centros de ensayos para la deshumanización y el enriquecimiento de quienes son mercaderes con ínfulas de dioses.
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