Se quiere escabullir y se ve forzado a una sonrisa aún más afilada, de las que podrían sajar un encuentro apenas iniciado.
Conduzco por la noche; los rayos plantan una fantasmagórica carretera donde Jake clama para unirse a las bestias que la merodean. Las aguas intentan calmar el calor expulsado por violencia desde las calderas de nuestras exigentes intransigencias por el adorar el más.
Los árboles expulsan sus débiles ramas y con sus ramas amenaza atrapar un peregrino sin dios. Vuelve de buscarse entre los maremotos de sonidos, por si en un recóndito paraje anidase la batalla contra los tiempos y las formas.
Se hizo el silencio; cuando Manu pronunció la otra orilla, ellos proclamaron que a quienes les corrompían no se les debía mentar.
Hace años, alguien dijo que claro los bancos como van a pagar sus deuda, y callamos, como en una reinterpretación del poema de Niemöller, años después obtuvieron las máximas ganancias y tú, ahí, como un gilipollas, madre, a ver si tenemos suerte y la hipoteca no nos sube.
Más tarde eran las empresas, algunas robadas y crecidas por el franquismo estructural que se hundió hasta los tuétanos en el vivir de los ciudadanos.
Se repartían y luego obtenían sus licencias, echando del circuito a quien no aparecía por algún palco o en alguna cacería de entre rentistas. Llegaba algun ingenuo concejal y se daba cuenta que el pastel andaba siendo repartido en otras instancias.
A los corrompidos se les señalaba si no era de los suyos, pero se le olvida entre ginebras y caídas, si alguna relación había tenido, que más tarde pudiera revelar.
El público, sería estúpido se preguntaba Anna Magnani que me pudiera inventar, asistía imperturbable ante el quincuagésimo anatema lanzado por el desagradable y rastrero amaestrador de corruptos contra los que no eran los suyos. Su candida cara se posaba en los infiernos para librarse de aquellos coetáneos de la grosería más desvergonzada.
Desfilaba los más lúgubres ejércitos de las hampas enquistadas en el Estado; lo habían colonizado y cada cierto tiempo se dirigían a él, para extraer hasta la más mínima dignidad que quedará en él. Mientras ellos retozaban alborozados por ser los más despreciables servidores reconocidos como héroes por los Toni, convenida veleta que había olvidado la palabra honestidad. Puedes haber engendrado un mito y haberte convertido en el gallo que se aplica al viento que le abraza.
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