Fue entrar allí y comprendió que la novena no sería nada fácil. Perlita estaba sentada y Juan rozaba la caída.
Entonces ideó una camiseta en la que podría inscribir todos los intentos que había tenido por ser atendida. La gente la mirada con la curiosidad que se escruta algo que no conoce.
Tenía formas que enganchaban las miradas distraídas de quienes ahora miraban las pantallas como buscando una rendija por la que colarse.
Los colores tenían la suficiente presencia para que se derritiese la seguridad de aquel que había vuelto echando espumarajos por, no sólo, la boca.
Todo lo que había afirmado tres años antes se había desmoronado.
Ella había creado un evangelio y tuvo a tres feligreses que se arrodillaron ante su sabiduría.
Pidió apartar el socialismo institucional, por lo que fuera.
De los ultra, tuvo el acierto de apartarlos de su cáliz; de tanta corrupción de, ya entonces, líbrenos las hadas, no las mancilladas por el depredador universal.
Se acogió a su inmensa sabiduría para espetar, confía en eso que se llama Ciudadanos.
A Podemos, no minimizó.
Tres años pasados, quedan, ciudadanos, está claro, sin siglas; las dos derechas se han hecho, aún más ultras, no menos ladronas.
A los apártate, con un poco de decencia mental se tendrá que agarrar y aquel niño, tenía razón: estamos en un bipartidismo jodío, y el puto niño, Podemos, decía no se sabe cuantas verdades. Eran gente madura, y no necesitaban mentes calenturientas que les inventará una realidad.
Por estas cosas, está claro, no se tiene que perder el sueño, pero vergüenza, se derrama por las comisura de los labios, como el personaje de María Medeiros en Pulp Fiction; te has tragado tanta leche que ni toda una noche limpiándote te quita el sabor. Todo por creerse uno, oráculo y quedar como el susodicho.
Al fondo escuchas la Novena y te quedas la zamarra, chula pero cantosa para tanta tontería
No hay comentarios:
Publicar un comentario