Surgiendo de las remotas profundidades, golpea el atril como parte de un juego infinito. No tiene dudas se lanzara, si hiciera falta a los infiernos, para recoger de ahí los conocimientos necesarios.
Mescalina, sentada sobre la pradera cercana a la caída donde el río destroza gotas que se creían eternas cuando recorrían las tersas curvas de aquella mujer, contempla las lágrimas de un hurón qu soñó ser admitido como animal de compañía.
Habiendo sido testigo de crecidas, de pesarosos transcursos en veranos de plomo, de exuberancias que diseña una naturaleza explosiva, cogió la madera necesaria y sobre ella diseñó el lugar por el que pasarían las notas de una noche de verano, de don't thing twice, it's all right o las que anunciarán entre truenos a través de las carreteras por las drive all night.
Un día desentrañarías el saxo de entrada de, ahora, Jake, siempre de Clarence y por las calles Belfast oirías los rugidos de su León, para comprender que aquella primera apariencia de la salida de la estación de tren, es como la toma de postura de quienes ven los altos muros, coronados por alambrera, como la pantalla en la que incriminar a quien no conocen o les resulta más fácil hacerlo por su antipatía.
El hurón desaparece entre las corrientes para construir sus presas, con el trenzado de materiales de desecho a los que da vida.
Allí se posan notas que se deslizan para crear armonías por las desembarazarse de las pesadas fosas sépticas con las maledicencias de los coprófagos
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