La dureza del día a día se ha deslizado y temo ser un impostor.
Él necesita hablar y mi cerebro, al escucharle, enhebra palabras para tejer un eterno vestido, que esta siendo destrozado con alevosía e impunidad: La Educación Pública.
Estoy en ella, soy ella, aunque el tiempo señale la edad y la voz no se dirija a quienes se escapan por las tuberías de lo que les es ajeno, tantas veces.
Votamos para destruirnos.
Siempre lejos, pasamos de puntillas por las palabras de quienes nos son ajenas.
Estos son, titula Cullum, los días en que nos llega a nosotras percibir el abismo en el que nos destruimos cuando tenemos que matricular a nuestra hija para que continúe con su preparación académica; nos comunican que sólo existen 90 plazas y más de mil solicitudes, pero que por 600 euros al mes existe una privada que te da acceso a esos estudios.
Sucede que te cuenta lo de ese ministro, dios, que arreglaría todo, que se metió al oficio para solucionar problemas, al final solo fue a quienes les pagaban
Acontece, y no es poco, ¿Verdad, Nieves? que se escucha a un indignado, a la vez indigno doctor, de las cabras debiera decirse, que como no salimos a la calle, por no sé qué mierdas de un hermano, espejo, igual que de la pareja, nunca tan corrupta como quien la proyecta.
Distracciones para una noche de Domingo, donde hemos querido ser más sabio, pero ese inmenso pozo que se puede ofrecer con orgullo, lo perforamos en decorados de horizontes de idioteces
El lunes, nos enfrenta al conserje, como a otras funcionarias que nos advierten de la limitación de lo público. La libertad es eso, anunciaba un compañero en su casilla de la sala, coger los privilegios y ponerlos por encima del otro, del trabajador con nóminas que se ajustarán para ayudar a un futuro más preparado a su Esther, o su, llámese, Julia. Aquel se jactaba de su libertad para obtener privilegios en un privado religioso al que nosotras pagamos. Dios cómo testigo diría en sus plegarias. Un dios esclavo, silente de sus insidias para sus quitas a quienes prefieren lo público para que todas tengan una buena preparación.
No conciben eso, sólo diferenciarse pero, eso si cogiendo del cepillo donde todos aportamos.
Callan e invocan a la miss Libertad para que les preparé leyes donde las Academias privadas, se conviertan en Universidades o Institutos que expidan títulos y diferenciaciones con lo público. Alumnas hubo, de estas últimas, que se tuvieron que volver sin las esenciales prácticas porque ahora a las empresas que las dan, se ríen porque les han puesto en la tesitura de elegir primero a quien paga y lo han elegido para su carcajada.
Mientras votamos por lo que nos digan Los Vallés que se reúne con sus amos para preparar un Septiembre con su boina plateada por la iniquidad o los Alsina que diez años después confiesan cómo actuaba aquel ministro, sastre a medida de la corrupción.
De quienes durante ese tiempo, tuvieron las escaletas podridas por el dinero recibido se seguirán lanzando infundios o chascarrillos para no votarles.
Ione e Irene siempre estuvieron ahí, pero si nos las señala el tertuliano correspondiente, perro de presa de cualquier lobby, habrá que decir "cuando el río suena, agua lleva", como si no la llevará putrefacta por haber limpiado tanta bazofia de esos libertarios para lo suyo. Nada que ver con los Ascaso y Durruti, siendo conscientes de dónde eran y con quién estaban hasta ofrecer su vida, sin traiciones.
El padre quiere lo mejor para su prole, incluso cuando con su voto se aprietan la soga hasta sus límites.
Un día tendremos que volver porque con las armas, nos hemos colocado en la diana en la que siempre nos quieren, pero siempre sabré que nunca me he ido de la Enseñanza Publica, para aprender, para ayudarla.
Mercantilizar el aprendizaje como ética religiosa. Si hubo aquel ser, su entrada en el mercado, la tenemos que hacer nosotros; a ese mito le encerrarían, o llegarían a más para luego poderle celebrar, ya muerto, adaptado a sus necesidades.
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