Tú pelo honey, me cantó Van, bueno chico, en cada sonido busca descubrirte.
No pienses en los vidas que te prometen, sino en la manos por las que te tiendes
Cuando en aquel bosque estaba a punto de ser engullido por el Oso, hubo un árbol minino que se puso a decir palabras.
Pareció curioso y con las garras del oso a 20 centímetros de su casa, Michael, observando la profundidad de las garras, se quedó pensando en la fetidez de las hediondas palabras que soltaba aquella masa arbórea desorientada
Al oso le dijo la palabra mágica y pese a la contundencia de sus más que probable manotazo, sólo temió que le pusiera la boca para paladear el sonido: miel. La última vez que pasó, los morros se marcaron en sus ojos, nariz, labios e incluso le llegó a la barbilla. Ahora
Las frutos que afloraban por primera vez, tras unos años en los que su crecimiento había sido para la consolidación. Al salir, te maravilló; al probarlos te pareció agrio; de una acidez que no esperabas en lo que aparecía como otra obra de la naturaleza.
El año había sido lluvioso, no muy lejos; otro cerezo se había secado, tanta agua, le había ahogado; el año anterior, fue el primero de los dos, el que se secó
Siendo un novato, en estas lides, iba aprendiendo y comprendiendo el veneno que podía tener recibir una cantidad enorme de agua, incluso, tanto como para haberse convertido el terreno en un manantial por el afloraba agua.
Otros elementos dañinos florecían en lo que desde fuera podría denominarse como un vergel.
Tres frutos como pruebas del oráculo revelaban las voces profundas que manaban para denigrar: muerto, cochino, pinocho.
Entonces supo que por encima de los besos del árbol, estaban los abrazos con los que te recibía y te inyectaba veneno y supiste que deberías estar muy lejos de sus ramas, que no te quitaban el calor sino la respiración mientras pugnaba en su pequeñez pugnaba por sobresalir
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