jueves, junio 12, 2025

Una peligrosa mascota

 Siempre fui muy de mascotas. Cuando me llegó la última, el oso, mi alegría fue tremenda.

  Vivía en una gran ciudad y me acostumbré a su abrazo, después de haber pasado ocho horas trabajando y otras 3 viajando por el suburbano y andando

   Me había sentido tan abandonado, que incluso antes que llegarán las hijas de sus actividades por la tarde, me quedaba mis quince minutos adormecido, con el oso rodeando mi cuerpo.

    Fue a raíz de uno de esos días, notar un cierto ahogo cuando me di cuenta que el oso estaba creciendo, más de lo que me habían dicho en el zoo del que lo había rescatado, ya viejo y por así decir, deshilachado.

    Melania y Dulce lo cuidaban con un esmero que le habían convertido en otro animal, muy diferente al que había sacado de aquel lugar. 

    Comprendíamos que en un momento dado lo deberíamos llevar al campo, con los abuelos de ellas y que este momento estaba cada vez más cercano.

     En las eternas praderas de Idaho podría volver a vivir una vida que le habían arrebatado. 

     En ese mes que llevábamos juntos, al principio Yogui nos había parecido muy desvalido, pero nos había parecido gracioso, porque hacía uso de sus años, para provocar algunas risas que él sabía le atraían alguna dádivas por parte de los espectadores del Zoo. 

     Corté enseguida esos beneficios extras que busca obtener en su alimentación, por el compadreo que se tenía sobre todo con Dulce, aunque Melania, no sé si por envidia de su hermana, entraba en el juego de concederles unas cuantas galletas de miel que les había preparado su primo, que tenía colmenas.

     Fue en ese momento, cuando ese cuerpo, yendo hacía lo diminuto, cuando me rodeaba para aliviarme de mis frustraciones empezó a caer con más fuerza y a rodearme con, cada vez, mayor amplitud mi cuerpo. 

     Hace tres días, sentí la asfixia que narraba antes y ahora, cuando escribo este último párrafo, sin saber que me recuperaré. 

     Veo a Claire, atar boca y brazos a Yoguí, a Dulce, sollozar después de haber tenido que darle un golpe seco en un lugar que nos enseñaron era el punto débil del Oso y a Melania, cantarle las cuarenta.

     Apenas puedo respirar y creo que llegué a perder el conocimiento durante unos segundos. Ellas actuaron rápido cuando comprendieron que el oso, quería lo que consideraba suyo.

     Pedro, si no comprende que el abrazo del abuelo Felipe, atado a un pasado que con el tiempo ha dejado de mostrarlo como esplendoroso, sufriría una asfixia que por inesperada, será más cruel.

No hay comentarios:

Siameses y mercader

Siameses y mercader
Zaida, Fernando y