Mira que siempre habían dicho que se camuflan de maravilla. Un día detienen a uno y se pregunta como ha podido ser.
Hoy no, son dos pavos reales quienes están en labor de vigilancia, para mí que no quieren obtener unos buenos resultados.
Pepa, ella tan pintarrajeada y Eloísa, tan debajo de un almendro se dirigen hacía la estación de tren, cuando un motorista para, parece se va a liar en la típica discusión interminable y al final termina enviando recuerdos a Pepe que anduvo, como siempre a sus cosas. El caso es que la primera monta en la moto y deja a Eloísa con dos paquetes que tiene que pasar a enviar desde la sucursal de correos que está de camino a la Estación.
Pepa la ha guiñado un ojo, el derecho para mayor precisión y con una mano la ha pedido calma. El caso es que siete minutos después llega ella conduciendo la Ducati 230 y derrapando la comenta que ahora irán hasta Cáceres en este medio.
No pregunta Eloísa aunque se acumulan muchas dudas, ciertos miedos y un gran problema. Había quedado con Reinaldo en el tercer vagón por la parte de atrás, para entregarles unos apuntes que había obtenido acerca del infiltrado que había estado durante varios años dirigiendo una entidad, en la que, en realidad, era un topo. Cuando contacto con él, este se mostró muy sorprendido porque no se podía creer que aquel ser tan franco, pudiera ser, a la vez, tan simple y con una mentalidad tan sucia.
Ahora ella, solo podía pedir a Pepa que pasarán por la estación para intentar vender los billetes. Aceptó pero sólo dos minutos, que fueron los necesarios para que Reinaldo se diera cuenta lo que había pasado.
De todas las maneras, a parte de los dos paquetes que había dejado en correos, le había enviado un mensaje rápido adjuntando el documento escaneado.
Tras haberlos visto de una manera rápida; esos instantes en la estación le hicieron reaccionar a Reinaldo para arriesgar y hacer una llamada a la gasolinera donde creía que pararían las dos motoristas.
Allí había llegado también el motorista descabalgado; había "hecho dedo" y cuando se iba a dirigir a las dos mujeres se percató que algo raro sucedía alrededor de su moto. Espero unos instantes; dos encapuchados cercaron a las dos mujeres y mientras estas eran apartadas, de la manguera donde rellenaban el depósito, él pudo llegar hasta su moto, colgó o no la manguera, no se acuerda, cerró con el tapón y creyó salir impune de la gasolinera que había registrado la matricula de su moto.
Un mes después, todo parecía transcurrir de una forma cotidiana, pero un grupo especializado de los geos, le rodeo, cuando había bajado de su Ducati para comprar un helado para Pepa; le dijeron que tirará al suelo su mochila, a la que accedió un desactivador para evitar la explosión de un pequeño mechero que estallaría dos minutos más tarde.
A Pepa, se la llevaron detenida, por un crimen, y un intento de otro.
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