Mirando por debajo de una piedra se descubre un mar; mejor no tirarse porque no parece ser el de tus ojos, en el que nadaría hasta subirseen tus pupilas. Descubre, a cambio, los pies de una montaña por donde transitaria hasta oradar todas las sendas en las que nos huimos.
Se adentra en una sima quien se sumergió entre leyes para ahora creerse digno de un altar.
Engreído disfruta de un corporativismo que le protege de todas las barrabasadas cometidas, hoy una más.
Y llevas razón, debieras enfrentarte al análisis de los que sufren tu poder, no eres menos, pero tampoco más. Alguien encerrado en una disciplina en la que puedes haber utilizado dinero negro para pagar a un profesor, que además de hacerte de patrono, puede haber cometido delito fiscal, y prevaricación, por saltarse leyes en las que él debería tener el fiel de la balanza de la justicia.
No te cuestionas como te miras en un espejo a no ser que incluso él haya aprendido tus propios trampas y la contestación sea la misma satisfactoria que os intercambiais.
Quieres seguir teniendo un poder en el que tú te has encastillado pero el tipo de jueces que quiere la sociedad no es el que tú la procuras de forma torticera desde hace años.
Quieres que tus horas y años sean un filtro por el que tú sigas actuando al margen de lo que quiere la sociedad.
Aprended de Méjico que quiere eliminar vuestro servilismo a los poderosos, con algo tan sencillo como que los ciudadanos analicen vuestras prestaciones y las puedan juzgar y puedan actuar de acuerdo a la lealtad mostrada a la ciudadanía.
Decía un sabio que cuando alguien pierde el honor en Japón se hacía el harakiri, aquí un dios concede el perdón, aunque la valoración del arrepentimiento se lo dé el mismo personaje que devuelve el espejo.
Así les ha pasado con los famosos Cerdán y Abalos, seres para atacar al socialismo pero no a las empresas que llevan reuniéndose en cada obra de cada ciudad para calcular porcentajes.
En cuanto Podemos dijo que había que ir a por los corruptores se acabó la fiesta y se vuelven a las generalidades como que los mismos toldos que para un pueblo pueden costar, más menos 2000 euros, en Madrid pase a costar un millón y medio y la seguridad que con ese dinero se aguante la marea y las damas de destrozos provocados.
Cuando la luna se fija en las aguas, las varas de los Moisés de las empresas, no las abren sino que las agitan para que se firmen remolinos donde desaparecen las mordidas
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