Vaya, así que se está uno aquí tan a gusto y Jhonny le hace una confesión que le deja patidifuso. También está cerca Dulce y eso de alguna manera retrasa las palabras que está rumiando nuestro protagonista.
De hecho, lanza una pelota hacía el campo de golf y hace un extraño gesto como de seguimiento de la bola. Ella piensa que es un flipado, pero aún así le sigue en el gesto e incluso se acerca un poco al hoyo.
En ese momento Jhonny comenta: no te lo vas a creer, el día del apagón, había estado zascandileando por aquí, por arriba, un poco por la calle.
La mañana no es una hora muy propensa para temas relacionados con la sexualidad. Por eso, leer un poco de Miles Davis y ver el libro de Ulysses, tampoco se podría afirmar que van a llevarle hacía un acto onanista.
El caso es que en la niñez, hoy cosas muy raras y en su cabeza se fabricaban ideas absurdas, al calor de algunas imágenes. Ver alguna joven con la pata quebrada lo asociaba a alguna promiscuidad que en su imaginario, la había castigado.
Le duró años esa estupidez y algún que otro golpe, le vino más por lo patoso que por un descubrimiento en una pretendida efervescencia y triunfo sexual. Al obispo Reig ese inmadurez se le ha prolongado más de lo que sería deseable, con el agravante que, al tonto silencio juvenil, le deja en lo mínimo, las canallescas y desvergonzadas afirmaciones sobre las discapacidades de los niños por los "putos pecados" de los ascendientes, que afirma el patoso enfaldado.
Así que volviendo al tema que nos ocupa, todo se fue confabulando para que el miembro viril volviera, tan raro, tan de mañana, a hacer un homenaje a aquella, nunca olvidada, maestra del sexo.
Cuando las imágenes elaboraron su fruto, vino la ceguera.
Maldita niñez, ¿tenía razón el zumbao ese?
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