Llega Luci enfrente de PJ y esta le dice, pero ¿por qué está lleno de gente que no conozco? y a continuación le regala dos limones y medio limón, traídos de un campo del Levante.
Nada le ha sido contestado, pero delante tiene un libro de sus inescrutable James y escucha como leen a Joyce una persona de Japón y después un italiano y hasta llega a leer un intenso irlandés que confunde, de forma sucesiva, con Buck, con Leopoldo o con una Molly inquietante.
Después ella lee su página desde el océano en el que ha entrado, le cuesta; sólo hace dos años que se ha involucrado con el idioma en el que lee y, encima, no viviendo en ese mundo anglosajón. Ahora sí, ahora Luci, lleva dos días y ha llegado para quedarse un año. Pero en este preciso momento se siente observada por todos esos lectores que se han transformado en horripilantes monstruo, ante sus carencias. Sólo la suavidad de PJ, al apoyar su hombre en el de ella, la calma.
En otro océano, donde no hay gente, donde parece que sólo existieran esas efigies parlantes, quienes aparecen con unas máscaras que las muestra en un transformismo en el que se mueven en sus respectivas vidas; a estos, podríamos llamarles especímenes, les han expuestos en vídeos cortos, primeros planos, impecables ropas, en una ciudad transformada en un escaparate en el que se les ha metido para hablar se supone a quienes han desaparecido de la calle. Lanzan mensajes cortos, escuetos, para ser consumidos de forma rápida, por gente que siempre van a los mismos supermercados de noticias. Nunca les van a cuestionar si se deberán comer esas carcasas o si dentro existe el más mínimo contenido.
Existen crédulos de los lugares de comidas rápidas, los abducidos por camisetas de equipos que les marcan sus ritmos de amores y avistadores de horizontes en los que posar su mente.
A estos últimos se dirigen una soberbia, vestida en blanco como la pureza putrefacta que exhibió durante un 11M en el que mintió sin perder su bajeza, envuelta en altivez.
Habla un expulsador de saliva a las espaldas de intervinientes, que a la vez miente desde que sirvió a sus pagadores ya fuera en Galicia, ya en Madrid.
Cuando habla el siguiente personaje, no sabes si el puñal lo sigue teniendo para aquel presidente al que alabó, o para el que se ha puesto ahora en su camino.
Se suceden mensajes cortos, contundentes, sobre alguien al que derribar.
Mientras sus mensajes se siguen lanzando para gente a los que no conocen, ni lo querrán nunca.
Detrás no tienen a nadie, ni siquiera a sus fieles, que suelen colocar en los escenarios, ni imágenes con gente a los que dirigirse.
¡Qué mas da! sirven a quienes les engrasan sus cuentas
Luego meterán a sus votantes en una bola y lo tirarán para que derriben los bolos que sustentan la sociedad y poder ser, siempre, ellas quienes manejen el juego.
En un mundo real, son esa gente, soberbia, mentirosa, taimada, a las que se debe evitar en sus tramas.
Lo define con una claridad meridiana quien creo la policía patriótica. Lo llama lodazal y quiere que miremos enfrente pero ahí está su espejo.
Si, Jorge, ¡vaya lodazal tenéis montado!
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