jueves, mayo 08, 2025

Cantos de autenticidad

  No me canso de admirar a Luis Enrique, desde aquel joven persistente y valiente jugador de Sporting, pasando por un Madrid, donde existe una soberbia, alimentada por tantos palcos y donde fue descrito por sus periolistos divinos, como jugador sin nivel para algo tan grande como ese equipo, ahora símbolo de la televisión del fanatismo, y que siguen pontificando, sin cónclave y sin dignidad sobre sus grandes verdades, readaptadas a conveniencia, para siempre aceptar.

   En el Barcelona y en la selección, en sus dos facetas, jugador y entrenador, ha demostrado la grandeza de la honestidad e integridad en el esfuerzo para conseguir grandes metas, unido a un conocimiento del juego exhaustivo del juego.

   Existe algo, al menos, igual de grande, su autenticidad; en el sofá sonoro, descubrí lo que había detrás de Sinéad O'Connors; a lo lejos se pensaba saber quién era: una definición vulgar me la mostró, como caprichosa.

   En la, a veces, torpe, muchas veces, precipitadas aproximación a la música, saber que Sinéad renunció a los oropeles y a las grandes audiencias que te exigen exhibirte como persona, para centrarse en lo que amaba y realizaba, como en "mother", un cañón para crear estrellas de belleza que nos fuera irrigando nuestras cabezas, posándose en los días de luna llena

   Al contrario que Luis Enrique, Sinéad pudo y quiso prescindir de la prensa para promocionar sus trabajos. Haberla visto como la cuidadaban Van Morrison o Roger Waters en su aparente debilidad, es más que emocionante. 

   Nos queda su voz y sobre todo, su persona, para seguir buscando en la música, como dicen los profes, con paciencia y lentitud, para llegar lejos.

   El entrenador de ahora, vive desde joven la exposición diaria de fútbol. La maquinaria que se ha creado alrededor este negocio, donde se van metiendo, para dominarlo, vendedores de toda índole. 

   Desde arriba, como lo saben las dictaduras y los que aspiran a gobernar en una democracia, en tantas ocasiones, despistadas y dirigidas con los fabuladores mercenarios, han hecho valer la exposición diaria de sus peones, sean futbolistas o entrenadores. 

   Si como futbolista Luis Enrique se defendió y consiguió un lugar privilegiado en un Barcelona de respeto por el fútbol entendido como un juego asociativo, con tantas profundidades por conocer. Ha sido en su labor como entrenador, donde, aún, ha dado más muestras de su grandeza y en ella, de su autenticidad, siempre tan por encima de esa especie de bandolería mediática, que busca comida para su hambre diaria, hoy, casi horaria para sus clickbait alimenticios.

   Habrá personas que escriban un libro de este maravilloso trabajador, que también, ha minimizado mis éxitos atléticos; pero esto es un pequeño homenaje a Sinéad y a este ser humano  Luis Enrique que, siempre ha sabido el valor del equipo; al que le tuvo que costar aceptar tener entre sus jugadores a algunos endiosados por esos vende humos que les aíslan ante la responsabilidad con sus compañeros. Ahora, liberado de ellos puede ofrecer a los miembros de su equipo, conocimientos y si, una autenticidad, muy  por encima de la estulticia endiosada que le rodea.

   Siempre, cuando intentamos mejorarnos, sabemos que entre lo que nos ofrece fuerza, está el tiempo que compartimos con seres irrepetibles, aquel Raúl, irónico; aquel Jesús, maestro; aquel José Luis, fútbol y su Xana, niña; como esos niños palestinos, arrebatados a la humanidad, por el salvajismo de unos y la violenta indiferencia, nuestra. Siempre nombrarles para revivir los que nos dan respetar su paso entre nosotros.

 

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