John Reed en "diez días que estremecieron el mundo", pone en boca de un soldado la frase "mostrarme por quien combato". Empiezo a leer el libro y doy gracias porque vuelvo a tener en la mano, otro que me apasionará. El periodista norteamericano es concienzudo en dar detalles de lo que entonces pasaba. Va de los detalles sociales a sus vivencias particulares para dar a entender lo que se vivía antes. Chaves Nogales nos habló de un bailarín de flamenco que vivió aquella época entre la miseria, los momentos de un cierto éxito y la más absoluta necesidad, pero no analiza ni los orígenes, ni los porqués de tantas situaciones que se dieron.
Pasados más de 100 años; en un vagón de tren miras cuerpos cansados, miradas extraídas por los móviles para ser atadas a lo inmediato. Escuchas la Base que organiza analiza el fenómeno Javier Milei, en Argentina liberticida económico con tintes grotescos que da a las armas el valor de ser un mediador social y a los ejércitos y policías quienes protejan los desparrames que da la desigualdad generada. Percibes que Dani Carvajal ha buscado escaparse por la ventanilla de la deshonra a la hora de defender a una compañera de profesión: Ves soltar exabruptos apocalípticos a quienes son parte de quienes nos oprimen con sus corrupciones y mentiras, a la vez que se ofrecen como antisistema. Ves la cara de un policía, que Riechman se justifica hacer actos espurios contra la convivencia en la sociedad, infiltrándose en organizaciones que luchan por una mayor igualdad entre la sociedad.
Tienes conciencia de todo eso que está pasando y te reconoces como parte del problema. Lo último, la conciencia de haber establecido contacto con gente que merecía la pena por su compromiso, te hizo alejarte de potenciales seres que están en los estamentos al servicio de un poder político que no es honrado.
Concluye la fiscalia que Esperanza Aguirre acudió dopada por ayudas en B, que servían para pagar a mercenarios periodistas y nadie se plantea como se puede revertir esa situación. A Lance Armstrong le descubrieron que había hecho trampa para ganar los siete Tours que ganó y se le ha despojado de ellos y de la dignidad de ser un honrado deportista competido. A este gente no, los Medios siguen dopándose de las publicidades que antes recibieron obras para enriquecerse y a tí lo único que te queda es hacerte pequeño.
No existe la efervescencia de aquellos días de cambiaron el mundo; donde los soldados se unían porque querían entender lo que hacían y muchos generales, no le importaba inmolarles porque el mundo que se venía no era el que ellos manejaban y con el que se pavoneaban de su condición de garantes de una sociedad que había sido medieval y al servicio de zares y burgueses.
Como la financiación a Milei por partes de ricos, propietarios de conglomerados que nunca funcionaban para la sociedad sino para quitarle riqueza a ella, con sus especulaciones y trampas que no dudaron, dudaban y dudan en repetir, ahora, los especuladores sean con el aceite y otros productos.
Una sociedad que no escucha a los medios de comunicación hablar del asesinato de Manu, en Haro; porque quien entró allí conduciendo allí, con sus diferentes problemas, gritaba contra el gobierno. Esos medios que han puesto una pistola en la boca de Pablo Iglesia, o una llamada a parar a Pedro Sánchez; pero que no se sienten culpables de nada. Aunque les viene bien que haya esos outsiders que les crean; cuando aquella obreros, aquel soldado se pregunto a quien estaban sirviendo, estos desaparecen porque a ellos no les viene bien cuando son cuestionados por las ayudas que reciben de los diferentes conglomerados que maneja una derecha necesitada de controlar la ciudadanía.
Hubo aquel tiempo, se vivió un 15M, creció un Podemos que no era amable con quienes vivían de los silencios que se había ido imponiendo.
Todo era muy triste; salía una lectora, hábil y desvergonzada en la interpretación y proclamaba todos días hecatombes, fuera por utilizar la diversidad de lenguajes, por hablar entre fuerzas políticas muy diversas. Se había creado tanto ruido, que a ellos se les escuchaba porque les ponían todo tipo de altavoces, a todas horas y en cada momento, pero nadie quería escuchar al diferente y entonces ganaban los alocados, los desvergonzados, porque estos ponían palabras como altares y sus súbditos no les temblaba el pulso para llevarlos hasta los pies de ellos, para sacrificarles.
Dicen que es un gran libro, tan lejanos los actos que cuentan, tan próximos en toda la esencia de una lucha por el poder,
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