Hablan con alguien que fue amado por una mujer nórdica, sueca para más señas; cuando en el 71, ella se personalizó en una ilusión de convivencia y él, se aferró a lo conocido para no navegar las aguas procelosas de la incertidumbre de comunicarse en otro idioma en un país que no conocia Temió la soledad de un náufrago y no valoró a quien se ofrecía de guia. No fue como el joven, privado del sentido de la vista y se confiaba a su sabio bastón que va encontrando y superando las trampas que nuestras ciudades les tienen preparadas a estas personas: cortes abruptos en la acera, protuberancias nacidas de un bar, como un muro donde estamparse, cual gato de dibujos animados.
Todo para el capital , sus generadores, los demás parecieran unos desorientados receptores sin más derechos que las migajas que les son cobradas, si puede ser en exceso. Ciudades deshumanizadas, ofrecidas a los especuladores y a quienes quedan desprotegidas para los arreglos más nimios en sus casas.
70 euros por apretar, que no cambiar, hubiera sido lo lógico con una boya, recién puesta, de una cisterna de váter; ese precio para una persona con recursos limitados es un mundo. Quizás sea lo lógico por el desplazamiento y atención de 10 minutos en una gran ciudad.
Hablaban también en ese programa del apoyo mutuo, cosa que no tiene cabida en los anuncios que siguen las texturas comerciales. Ayer, eldiario.es quitaba que era Podemos quien estaba ayudando a personas con pocos recursos a realizar determinados trámites. Para la dirección de ese periódico era más importante invisibilizar quién lo hacía que la oportunidad de dar a personas ayuda. Pedirán luego recompensa como servicio público.
Oscuridades en una sociedad y tras los sonidos de Chat Baker
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