No quería que se lo tomará así pero la respiración se ha picado. Es muy chula ella, porque va de sobrada porque dice: ¡oh! yo he corrido maratones y medias maratones a un ritmo bastante rápido, me sobrará por la energía que se debe haber guardado. El caso es que no, me pongo a soplar y algunos días, parece como si una navaja hubiera rebanado mi tráquea y entrará el aire justo. La invocó, la digo que la quiero, que me ha sido imprescindible, pero ella me dice que no la debiera haber obviado, que esa capacidad se pierde y ese control quizás nunca fue tan buena, que sólo fue consecuencia de la juventud.
Lo dice enfadada y desafiándome; nunca pensé que se hubiera picado tanto con mi desidia. Al final, me recuerda es una tarea de los dos.
Si fuera gorila, no creo que tuviera esos problemas. Tu te das unos golpes de pecho y como cuando las ferias, los otros, no yo, que pegaban unas "leches" al punch que subía el testigo a tocar la campana; a tí, lo que te pasa es que empiezas a sentir que tus pulmones se despiertan, las notas se ordenan y Chita, la compañera, sabe entonar las notas, los re, son re, los si bemol, pues eso con mucho sabor y que cuando te quedas mirando a la luna llena, de repente se te cruza un dron y miras a los lados por si fuera la ardilla de ayer, aunque sea demasiado tarde para entender que el apedrear de forma continuada la cabeza motorizadas pues hace creer a su dueño que asesinar es defender la unidad de los pies para ser tratados por el callista y aprieta el acelerador y cuando produce una catástrofe, se da cuenta que sus maniqueos embusteros recogen velas y se tumban en la cubierta, con el barco amarrado a las boyas y sólo se asoman cuando creen que ha pasado la tormenta; si les piden declaraciones las hacen desde el púlpito. Si les piden unidad, la dicen creer porque ha sido su, quizás, criminal; otra cosa, y les jode porque casi nunca pasa es que hubiera sido un abertzale o un independista, le señalaría por la saña que habían entrado en el parking. Claro, oyen lasaña y te sacan su carnet de glovilindo y te pregunta si lo puede, el encargo, esa empresa. Te añade que si le darías los puntos. Le miras, se cree que lo has aceptado. Le odias, te saca la tarjeta donde pegar los puntos. Y si, sabes que algunas veces eres un energúmeno y en este mismito momento en grado superlativo.
Respiras y les miras y ellos se muestran ufanos. Son macarras con pieles y collares y a ti, te llevan por delante.
Sueltas aires y picas con la dulzura de aquella tarde en que la despedida se llenaba de nuestros necesitarnos
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