martes, abril 18, 2023

Un, dos, tres, Lavapies

 No tiene uno edad para callarse. Con 75 años parece aconsejable que un señor vea golpes y los contemple con la espalda en las manos, como si fuera una obra más; si además cuando realiza ese acto, lleva un chaleco parece que la contemplación puede ser más completa y más de acuerdo a lo que se espera de esa provecta edad, incluso tiene derecho a opinar, en los lugares puestos "ad hoc" por las autoridades: los vacíos tras el ruido de la propaganda

  El silencio no es una opción.

  Miro a un lado y a otro y me encuentro con los paisajes de la corrupción. Edificios construidos con la especulación y con el reguero del dinero público derramado sobre agujeros hechos de forma conveniente con tubos dirigidos a los bolsillos de los promotores. 

   Ahora vuelven a proponer el desquiciamiento a la sociedad; a los 3 millones de pisos vacíos proponen hacer más pisos: más autónomos crédulos que cuando todo explote mirarán a quienes les avisaban como sus enemigos.

   ¿Qué no?

   La misma empresa que paga 700 millones para no ir a un juicio que perdería, da como explicación que es un pago para la buena convivencia y el juego limpio. ¿Desvergüenza de quien tiene 70 millones de clientes?  

   Toda y sin límites. 

    Pedir consejo a las constructoras para ver qué hacer en esta situación. Y dinero y estupidez a quién va a pagar los destrozos de quienes se habrán llenado los bolsillos.

    Mientras los memes nos idiotizan y andamos de rama en rama como Chita, gran  mona, para expandirse en risotadas por la plasticidad de sus movimientos, no viendo cómo se destroza la nariz ante la última rama de ida y golpe.

    Ir a asomarse al balcón y no darse cuenta que la puerta no está abierta y reírse de quienes nos señalan al otro, sin saber que somos nosotros.

     Si llegáramos a comprender las esencias de las mentiras y la desvergüenza en la que están envueltas, nos daríamos de bruces con el objetivo de criminalizar al extranjero que se pelea y que es puesto en nuestra televisión para que la desfachatez de sus robos quedaron sepultados en los otros, los violentos.

    Y eso te lo televisan ¡Oh! los vendedores de arma 

   ¡Ay, mi arma, todo esto en un sin vivir!

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