domingo, abril 16, 2023

Travesía

 Repetir la escucha de la entrevista con Pedro Almódovar Caballero; ayer, entre do, mi, fa sostenidos intuía la travesía que había realizado por una vida. No tengo nada que ver con su vida y sin embargo, intuyo un viaje parecido hacía una especie de misantropía, del que me van sacando, cada vez, menos actos. Ser un zombie ha sido una opción

  Ensayar pasos es una opción a la que tiene que buscar un hueco, porque muchas demasiadas veces, lo tapas con ruido. Me encontraba en el planeta Haley, pensando que ya había conseguido una entrada para Bob; allí creía que tendría tiempo para aislarme de tantos y tantos ruidos que me llevé una cinta de mambo, porque después de cuatro siestas seguidas, un día sin desbrozadora y el pico alejado de la pala, un poquito de ritmo sin ninguna otra pretensión que sentir el cuerpo, no vendría mal, pero claro; me avisaron que eso era lo mismo que hacía con lo que he nombrado con anterioridad; no servía para nada y algo de ritmo podíamos entrever. 

   Nada que ver una cosa con la otra, aclaré; y puse como ejemplo la anécdota siguiente, sólo fue llegar a casa, que saliera mi perro, me recibiera como siempre y tras todos los descansos que, muchas veces, pienso que debo tomar por estar siempre en alerta; cuando ya me asomaba al espejo, estaba ya él y se ofrecía de pareja y empezaba con ese ritmo tan frenético en el que me embarcaba para su felicidad y debo reconocer, que la mía.

 Todo me sucedía en aquel Haley, en el que, además, me encontraba como paso previo a la invitación de aquella amable zombie, "pronto estarás conmigo". Por allí paseaba y cada vez más, veía que las aceras que recorría estaban vacías y que las únicas llamadas iban siendo las de quienes no tienen mucha conciencia de respeto con el otro. Nada que ver, con el glamour y el aparataje en el que se va sucediendo el mundo. De alguna manera, sentía una tristeza, por otro lado, me iba descubriendo entre algunas letras que buscaba tuvieran algun significado, el movimiento del cuerpo que viéndolo repetido, algunas veces, podía sentir que parecía ir perdiendo su plasticidad a pasos agigantados y una cierta efervescencia que pugnaba por controlarse cuando desaprensivos intentaban imponer su desvergüenza y su cháchara para bloquear cual posibilidad de aprendizaje.

  Sucedió que estando allí a alguien le pusieron un jarrón y entendió que por ser de una dinastía muy anterior, ella lo poseía y lo podía exhibir como resultado de su ecuanimidad y su bonhomía; paso que acabada la entrevista televisaba, un técnico cogió un cable y lo empezó a enrollar sin darse cuenta que pasaba por detrás del jarrón. En el momento determinado este voló y con tan buena suerte, que se rompió; de esa manera, ella se pudo dar cuenta de la fragilidad que tenían aquellas imágenes de glamour y como su tarea tenía que ser más amplia que esos momentos de luces, que alguien ponía para deslumbrarla

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