Empecé una saga de historias increíbles con su respectiva familia, aún más extraordinaria, pero me duro unos pocos minutos. Todo ocurrió por empezar introduciendo una imagen de la madres de la progenitora de la que parecía una zombie; no metí nada de contexto y el diablo que llevo dentro destrozó toda una habitación en la que había puestos post it sobre 20 años de próximas "stories" en las que serán las app del futuro. Mi fracaso fue extraordinario y pensé en salir de mi patria, en una embarcación que había preparado durante años. Pese a mi hundimiento literario, no partir a la mar porque este era más humano que los políticos que habían conseguido inyectar en trabajadores que yo era el enemigo del pueblo. A uno de ellos, me lo había encontrado cuando me dirigía al pantalán del puerto. Nos unió en la conversación un amigo común; poco a poco a este, bastante dolido en lo físico, en la última época, le iba hablando de la culpabilidad de los otros, pero entre esos estaba mi próximo yo, que tenía ya la vela preparada para llegar como migrante a otro país; le pare los pies, y me di la vuelta para quedarme a quebrar aquel edificio de odio al que financiaban los ladrones y construían sus esclavos mentales, ahora que tenerlos como físicos, parecía "feo".
Se aproximaba al gran Andamio, un santo, como diría aquel, el horizonte era un ayuntamiento, en el que sus habitantes, unas veces se echan en manos de un dios y en la mayoría de sus actos, al diablo; más arriba, el cielo azul, seco, sin gotas y abajo, las cabezas de unos paseantes ansiosos de ese milagroso encuentro. Los dos parecían volar, sus miradas eran directas. Se exploraban
Meses sin lluvia, nada de anuncios de nuevos advenimientos. Estos días, sin embargo, el hombre del tiempo y el enviado de un dios, coinciden en la prevención. Son los nuevos días, los nuevos lenguajes, pretenden que no se muestre ninguna suspicacia de ventajismo que, por otro lado, se habían repetido por siglos.
A unos pocos metros, pareció que alzaba la cabeza aquella señora confiada en sus oraciones que las lanzaba, ahora era yo el que no sabía, si hacía la imagen o el Andamio.
Del primero, del que conocemos poco, si estuviera vivo diría "hostias me sacáis cuando va a llover y todos estos meses de frío, ni me habéis puesto un sayo.
El Andamio, puesto de vigía de tantas mentiras, tantas proclamaciones y declaraciones de amor, nos hacía notar que detrás de la oscura tela de protección que la cubría y anunciaba una próxima obra, en el contexto de siglos, había una pareja que se había aupado a la altura del segundo tramo, segundo piso y allí, recalentados en amor, habían contemplado aquel sortilegio móvil, y desde allí, salía aquella especie de saeta. Pensaron que era una incitación al amor físico, cuando de aquella boca salió
"andiamo y que la lluvia nos riegue a todos". Se pusieron manos a la obra.
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