Aguas abajo vas encontrando alguno de los recuerdos de tiempos vividos en estos espacios. Cambia la compañía, cambian las relaciones con las personas y no desaparece esa percepción de pertenecer a ese elemento.
Alrededor en Abril, a principios de este mes, sol, casi con calima, una luz que pertenece a Junio, una sensación de derrota, de plácido fracaso porque este calor te arropa y te hace cosquillas de placer y te invita a exhibirlo, porque ahora ya si lo aceptas como es; pero, si no cambia esta temperatura, y este ausencia de agua, temes un desastre.
Es silencioso, nadie puede estar prevenido de una hecatombe, si el aire besa tu cuerpo, si muestra la belleza de los otros, si puedes meter los pies y hacerte daño su frialdad, pero es localizada y pequeña comparado con el golpe de calor que azota todo tu cuerpo.
Corriste en las noches de Diciembre, cuando parece que la naturaleza está durmiendo y vuelves a hacerlo ahora, cuando a tu alrededor los ruidos visten la oscuridad de personajes, unos míticos, otros huidizos, otros despiertan y vuelan no vaya a ser que..; estás un poco más alerta, porque es un pequeño concierto, donde las entradas son de lo más variadas.
Miras al cielo, limpio, estrellado, algunas luces se mueven rápidas como está sociedad, quizás lleve a viajeros a lugares exóticos; a otros les alejará de un tiempo en el que su supervivencia le parece que le esclaviza con horarios, donde ha aprendido a ver a los hijos, por videollamadas. Ahora han ido juntos, pero ellos, se han acostumbrado a jugar por su cuenta y en el mar, todas esas, son una suma de descubrimientos, la arena, las olas, lo seco, lo húmedo, los mayores, los de su edad que les intrigan por si pudieran ser los amigos. Miro los innumerables faros de este mes, distintos a los de este invierno, o a los del pasado verano y trato de montarme en sus carros, sus osos; a veces, una fugaz me sorprende y la creo haber visto, como también ya no ver la vida de otros; estos días, varias personas se encontraron con las casas vacías, por la pérdida, de las madres, del padre. Vivir la intensidad de esta pérdida; parecer montañas, picos inexpugnables de dolor que no te dan descanso, te rodea, te vuelve a golpear con una piedra desprendida que es aquellas tardes que te llevaba al río; en un falso llano, ves como una avalancha de tristeza ha querido sepultarte, te ha tapado, pero existen personas que perciben tu luz y te buscan, te sacan de quedar sin fuerza por tanto dolor y te acompañan en los siguientes pasos.
Dentro de un tiempo, quizás como el agua, tal vez como la estrella fugaz, comprenderás que su compañía parece que fue un instante y de aquella inmensa montaña que fueron los instantes posteriores a la pérdida, casi no queda nada. Ellas y él serán parte de tí, de mirar la inmensa noche estrellada y darla valor, porque son acompañantes de lo que tratas de ser, fuera de la supervivencia del trabajo. Fueron guías para el amor y para la lucha; los mejores porque en sus luces y sombras, estuvieron cerca, como ahora, duele la ausencia pero te empuja lo que ellas lucharon para que tu fueras.
Te diviertes porque es a lo que aspirarían por tí. Bajas por el río surcando olas, buscando contras, evitan obstáculos. Sientes que el frío es parte de lo que amas. Lo aceptas y esperas que lleguen las lluvias, que surtan sus cauces, que sacie estos árboles que lleven meses sin sentir las caricias de cada una de sus gotas, porque aún siendo, a veces, violentas, las aceptan porque son vida y esta no siempre la podemos encauzar para mostrar sus ímpetus
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