lunes, abril 17, 2023

Crónica de un limón

 He viajado sobre una alfombra y por primera vez no me he caído. Ya me llamaban el torpe del pueblo. Ahora que he conseguido un cierto equilibrio, mi primo me lanza zanahorias para ver si las planto de la manera correcta.

  La tarea es la siguiente, veo a Luci, lanzo un hola y entonces los dos nos levantamos, nos enlazamos y empezamos con el mambo. Todo parece ir bien, aunque tengo visiones de Johanna que desaparecen en medio de tantos ruidos. 

  Entonces aprovecho un espejo en el que nos vemos con el un, dos, tres, cuatro, no me había dado cuenta, pero ella me va arrastrando. Parece mentira, pero en los últimos tiempos creía que el llevar el ritmo era cosa mía. Endiosado en mis ritmos, nunca termino de comprender que alrededor manan zumos de otras frutas. El mío, ante esta percepción es el de un limón.

   Desafiando el medio o uno o uno y medio, siempre parecía que todo podía ser una percepción de la rapidez que, en verdad, no existía en mi. 

  Me miro y se agrian mis ojos. Supuran desesperanza y rugen los lagrimones que me saltan de aguantar esa acidez. Entonces comprendo, siempre un poco más tarde de lo que sería aconsejable, que el momento de empezar fue hace dos meses. Lo hizo Fredy y hace gala de su debilidad desde la fortaleza de repasar no cien, sino trescientas veces el vídeo. 

  Sale un cierto moqueo porque las versiones de Dylan salen de su interior, de haberlas traspasado con el filo de lo que se ha ido haciendo por años. Mi zombie no tiene eso, es débil, pero por no haberlo recreado las veces que mi compañero fue descubriéndose a si mismo en un matiz. Es el viaje

  La creatividad la busco y la vendo pero tengo miedo para explorarla en mí. Excusas porque el saxo está ahí para lo que haga falta y diez descansos de un minuto es una oferta con la que podría engañar al hormigón de mis tendones. Nada se produjo y echo en falta las 20 veces por día de los dos siguientes que han pasado. 

  Improvisar desde el trabajo. El caos de Charlot tenía travesías por desiertos de agua y mares de aguas movedizas. Los ojos cerrados por no emprender viajes a las Itacas

  

  

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