jueves, abril 13, 2023

No da igual esconderse

 En la esquina de la mesilla, he colocado el inmenso monumento al río Tajo. José Luis Sampedro lo escribió y leo vidas entre el origen de la vida. Al autor, no le fue indiferente lo que pasaba a su alrededor; en el libro, seres encerrados en sus vivencias, bajando por un entorno que, por inmenso, te hace tener como límite el infinito.

  Al otro lado de la mesilla, se han posado las palabras de un buen compañero de viaje; una hija le pregunta si es que Franco fue republicano. Hace unos días, alguien a quien han votado cientos de personas, ha relativizado la importancia de aquel contexto. Un relativismo por el que quieren que la cotidianidad avance. Ofrecerles soluciones inmediatas de bienestar, de impostura de bondad para que todo siga como siempre, relatos escritos por las plumas saciadas por dinero

  No fue republicano aquel ser, fue un militar dictador, traidor a su juramento de respeto a quienes habían elegido su forma de gobernar, los ciudadanos, a los que en gran parte eliminó con un sadismo nada catolico. Una democracia que nacía y que no tiene que justificar las posibles deficiencias que tuviera, porque este sistema es fruto de las fuerzas políticas y estas, están compuestas de humanos, con sus intereses, con sus verdades, con sus pagadores y con sus seguidismos incondicionales, sin ningún tipo de análisis. A la República, la traicionan las personas e instituciones que hablan de ley, mientras maquinan deslealtades, que serán remuneradas

  Un maestro empezaba a acudir a un pueblo, donde no había habido nunca antesala colegio. Las misiones pedagógicas, aportaban libros y abrían las páginas que empezaran a nacer en la mente de muchos de los trabajadores de aquellos lares, nuevos horizontes, nuevas formas de vida que no fueran el bajar la cabeza para llegar hasta la extenuación a sacar algo con lo que alimentar a sus familias y enriquecer al señorito

  Eso era la república, en mitad de las fuerzas que durante siglos habían tenido el poder, en forma de mando, información y eternidad, había un espíritu de vivir fuera de los contornos en los que les habían encerrado. 

  El maestro imaginario pero de carne y hueso que habría en algun pueblo se emocionaba cuando veía los ojos de quien parecía quería absorber lo que oía.

 El trabajador de una empresa, matriz de lo que ahora se podría llamar Ferrovial, descubría que se podía asociar con sus compañeros para que el salario fuera más justo y las condiciones fueran mejores. 

    Eso era la república.

  Un Carlos Sánchez Mato, atemporal, describiría, hasta ser odiado, lo que estás empresas deben al Estado, y que se le has ido perdonando. Aunque habrá maquiavélicos Montoro que pedirán su cabeza a Carmelas que nos atragantara con sus magdalenas de condescendencia. 

  Eso es República; no tener que arrodillarse ante reyes y poderosos, estos presos de sus devaneos, tapados con mercurios sin dignidad. 

   No da igual, que un adolescente no sepa que es República.

   Y la tarea de ayudar a buscar respuestas, bella, silenciosa y persistente 



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