Se rompió el cable, cuando creíamos que subíamos a una velocidad prudente. Alguien lo había pelado lo suficiente para que nuestro ascenso se tuviera que hacer por escaleras sinuosas y con miedo a caídas vertiginosas.
Entrevista Aimar Bretos a Javier Ruiz, por la publicación del último libro de este: "Edificio España, el peligro de la desigualdad".
Después de años, cuando las primeras veces me pareció que Javier tenía una pedagogía periodística necesaria y dirigida a las personas, vuelvo a centrarme en lo que dice y en su sinceridad.
Da claves para comprender todo lo que nos sucede en este pais. Se dio el poder a los ricos y al Estado se le concedió la tarea de ser un órgano represor de otras visiones tan dignas, como diferentes y de difusor de hagiografías tan falsas como ensalzadoras de seres e instituciones que se refugiaban en la verdad del cartón piedra, al que le habían dado consistencia y presencia permanente.
Habla de unos ricos que se han hecho fuertes en la punta de la pirámide, entre otras cosas, porque cuando ha llegado la democracia han tenido a serviles y taimados periodistas que han fabulado para crear relatos entre los ciudadanos, donde los malos, son muy malos, por mor de sus imprecaciones y sus bravuconadas, amparadas, como aquel día, por ejemplo, con skinds heads, más raudos que la policía.
En España, esos ricos, hace muchos años, brindaron su puerta, con sofisticados mecanismos y con un cinismo que pudre la convivencia social. Hablan de los otros, como los okupas, pero olvidan que hay abajo, dice Javier, están los que son parte de los cimientos en los que ellos viven muy bien.
No temen, y es triste por otra parte, que la violencia de esas personas empobrecidas les llegue a ellos. Han conseguido que existan grupos de policías que se crean que pertenecen a la clase de los de arriba, aunque sea para servirles. Años después de "rodea al Congreso", no "toma el Congreso" como parecía alguna parada organizada por sindicatos policiales, el relato es desvirtuar y poner dos adjetivos para desprestigiar y despreciar a una gran fuerza de la sociedad que veía que la corrupción campaba a sus anchas y que la crisis, provocada por la codicia de los poderosos, la iban a pagar ellos. Jóvenes con más respeto por la ciudad que quienes la habían incendiado, no en anecdóticos contenedores, sino en condiciones imposibles para subsistir de una gran mayoría de la sociedad.
Eran más respetada por los medios, publicitados hasta el esclavismo, una ministra de gobierno que pedía luz a una Virgen, que luego obró el milagro de colocarla, por los servicios prestados, me imagino de poner aquel mantón, dentro la estructura de la organización empresarial.
Un detalle que iba implícito en lo dicho por Javier Ruiz y que en la avidez de tiempo de los 29 minutos no ha podido ser pormenorizado era el de la vivienda.
Cuando afirmaba que en este Edificio España teníamos varias estructuras que estaban muy por detrás del Europeo; este era un aspecto, crucial. No tener un parque público de viviendas o habérselo dado a fondos buitres que como primer y ultimo fin tienen obtener las ganancias de sus inversores es una fracaso tan monumental que en este periodo de nuestra historia será un fracaso no tener la valentía para afrontarlo.
Reconocen Aimar y el autor del libro que les afecta todo lo que se publica en redes. Los políticos y sus necesarios asesores miran las encuestas y las tendencias. Son conscientes de los métodos, inhumanos y maquiavélicos que pueden utilizar los que han nacido para perpetuarse dioses, incluso con el 10% de su riqueza; pero quieren ser más.
Quieren rehacer los evangelios y destrozar los ojos de una aguja para decir que yo pude vencer la maldición de aquel enviado, un tal Jesús, y la he atravesado y aquí estoy vivito y coleando.
Entre sus tretas mefistofélicas tienen poner a periodistas que con un halo de pulcritud, hacen las preguntas necesarias para ser llamados miserables. Cuando una periodista no sabe analizar o esconder los casos de lawfare y el poder absoluto concedido a otra especie de servidores, encerrados en juventud para ser platillo de una balanza y no fiel de ella, entonces, nos podrían producir dos reacciones, contrapuestas; por un lado, nos daría pena por no ser capaz de trabajar en la comprensión tanto de su poder, mediático, como del judicial; pero, por otro lado, y nos tememos que en el más que posible, estaríamos más próximos, a la repugnancia porque sabiendo todo lo anterior, ha querido poner el foco en su entrevistado, como parte del problema. Tantos como ella, quieren aparecer como periodistas o legítimos analizadores de la realidad pero se convirtieron en unos subvertidores de pensamientos que no tienen las claves que ellos poseen. Ante un patíbulo, a tu reo, no preguntas que diga su verdad, porque enfrente se la has preguntado a alguien que sabes que tretas utiliza para conseguir sus fines. Como pagador te podrán proteger, sesudos analistas, más o menos honestos. En realidad, eres lo que quisiste convertir a quien mostraba tu falta de escrúpulos, basura.
Necesitamos las viviendas de la Sareb, tomada por presidentes, que luego se van a lo privado; otro desvarío permitido. Empoderar a las personas para que su vida no sea pagar hipotecas, sino hacer Estado y convivencia.
Se puede tener una imagen pulcra en el exterior y aquí, por haber conseguido cosas, que parecían imposibles, pero el estado de la sociedad, necesita más, porque silenciosa, demasiado, quizás, existe una base social que apoyaría la valentía.
Enfrentarse a las tres patas de un taburete que la semana pasada sometía y humillaba a un enviado de las élites, para hacerle ver quien mandaba, en nuestro caso, es una necesidad, porque el éxito sería construir sociedad, por encima de alacranes que poseyendo un veneno infecto, cuando rabian pueden inyectárselo entre ellos.
Dice Javier Ruiz, que incluso en el éxito, fue quitado de las pantallas; cuando ellas son el mayor exponente de la exposición ante la sociedad. Insinúa quienes otros, desde otros canales, pudieron conseguir perpetrar esa canallada. El 83% de la cuota de mercado televisivo está en mano de dos grandes oligopolios.
Un Estado no puede dejar dominarse por dos empresas con mutuos intereses para repartirse el pastel de las ganancias.
Nuestro cable ha sido mellado por quienes hablan de la necesidad de la competencia, pero eliminándola. Somos dinosaurios de lentos movimientos, pero necesarios para que no nos cacen quienes luego lo van descuartizando, porque siempre, pese a su encendida defensa de lo privado, comen de él.
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