Me asomo a una cuesta de un tiempo que se acaba. Resoplo para seguir avanzando y alguien me dice:
- No; sólo sopla en el momento justo y después de haber echado lo antiguo y dejar cabida para lo nuevo.
Le oigo y me viene al recuerdo las reflexiones de ayer. Como se hacen, como salen y quizás la necesidad que habría que dejarlas reposar; así, después de dar una cabezada necesaria, desaparecería lo superfluo, asomaría alguna palabra que estando en la punta de la lengua, te indicaría, con esta, que buscando en el diccionario, pudieras darle la acepción necesaria y eliminarías, mucho, consciente, porque aunque se escribió en una bruma en la que parece te adentras para encontrarte, como en la subida Bulnes que preferiste hacer antes que la ruta del Cares; sin embargo cuando, en aquel momento, esa nube peligrosa cayó y te cegó, te llevó a un bosque en el cual, si cabe aún más caos, te desorientó y como salida te enconstraste en la expectativa de un canchal, con piedras y laminas de pizarra que más que dejarte escribir, te podría tapar y golpear para dejar encerrada la imprudencia de ayer y los textos, de los que se podría prescindir, de hoy.
Y entonces, mientras estás despierto, porque sabes que necesitas un instante de no estarlo, porque sientes a quien dormirán, para explorarla como ella, a su vez, lleva explorando una sociedad después de entregarla compromiso, acción y un pulso entre sabiduría y abrazos con las manos que acarician y los actos que tejen.
Un segundo y la consciencia de funde en negro. El saxofón destruye el placer por pensar futuros que no tienen presente.
En estos instantes, ella pisa cada grano de un desierto de oscuridades, aferrándose a sus texturas, sus ardientes besos, sus uniones para retenerla aunque el sol, se les haya cegado, la salida sea incierta y las estrellas se hayan caído por si necesitan ser parte del camino que sustente a quien las mira como pulsos para renovar pasos de una sociedad a la que tratan de quebrar en sinrazones.
En algún círculo, creemos viajar al pozo de la aceptación, al horizonte de un muro al que le lancemos imprecaciones y plegarias, con nuestra mente desdoblada para escalar o aceptar su alturas. Cada pocos pasos luces, ¿estrellas? nos marcan salidas.
¿Alucinaciones ante el miedo, la incertidumbre?
Las ha mandado ella, en correo postal, con besos conmemorativos de instantes por la vida.
Empezando, consciente, una nueva vuelta, me despojo del hábito y me lanzo a su luz, para conmemorar los nacimientos en los que me ha embarcado.
De su desierto, soñamos sacarla con tablas de un surf que desliza sobre las arenas movedizas que nos lanzan dentelladas
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