lunes, noviembre 14, 2022

Marco y el mono

  Cae una hostia de Íñigo; con toda su ironía, ha perdido la cabeza, la ha lanzado indignado contra un bote de tomate. A quienes lo tenían les ha puesto a su mismo nivel, sin cabeza.

  Si te fijaras en los golpes que se reparten para los que eliminan a la sociedad, en realidad son "pellizcos de monja" los golpes para quien contaminan este mundo, el único que tenemos. Es más, parece una broma de mal gusto, que empresas que generan gran cantidad de residuos, son las que patrocinan la COP y países, con ciertos problemas para respetar aspectos de la naturaleza, acogen estas reuniones. Cuando fue en Madrid, fue graciosa que a los periódicos de distribución nacional, Endesa les envolvió en su publicidad "verde". Empresa que tiene la mayoría de las ganancias en las energías fósiles y de ella se había enriquecido, incluso aprovechando y ayudando para que se paralizará la introducción de la energía solar.

  Marco salió de su hogar, para buscar a su pobre mama que había tenido que partir, cruzando el mar, a otro país. Le quedó a él y a ella la morriña de reencontrarse de participar cada uno de ellos en el crecimiento del otro o, al menos, verse para que ese vínculo no fuera cercenado. 

  El Prestige y la marea blanca de la sanidad que ayer dio una muestra de lo que necesita Madrid, unos servicios públicos de calidad, no vendidos a lo privado, que alimenta a un partido que destroza a los ciudadanos. 

   Periodistas como Domínguez, indignados porque a los cuadros, en sus marcos se les ha dañado. Esas pinturas esencia de una civilización, es el recurso desesperado de unos jóvenes, para respetándoles porque siempre han sabido donde han ido, decir que el cuadro que cada amanecer se muestra ante nuestros ojos, se está destruyendo aunque este otoño nos siga dibujando grabados como el de la arboleda de Cifuentes, cuando apareces por el alto de la carretera a Canredondo.

  No existen esperanzas, hablaba ayer con Fer, porque las empresas eléctricas, las del petróleo, siguen basando su crecimiento en lo seguro, en lo que les ha dado miles de millones de dividendos. Y no, no está el problema tan lejano, quizás hoy hable con mas de uno que tiene acciones en esos conglomerados y les está dando unos dividendos jugosos; como a aquellos habitantes de la zona O de la rotura del Prestige, pocos, que dijeron que más barcos de esos, cuando para acallarlos les llegó un dinero tan rápido como miserable.

  A la riada de ayer, que inundo Madrid de consciencia de estar siendo saqueada, no fui; a la riada de blanca que acudió a Muxia, Corcubión y tantas otras playas, tampoco. 

  Marco despide a su madre, que solloza desde el barco, flameando su pañuelo blanco que será llenado de lágrimas y sudores, muchas veces negros, como los trabajos que realizará. 

  Marco siente que tiene que ir en su busca, no quedarse por mil y una excusa que la vida te pone para no estar en aquellos dos momentos. Enfrente, tiene un espacio de tierra agua que se llena de chapapote, de periódicos con directores impúdicos que ponen que la gente no quiere la reapertura de los Centros de Salud. 

   Este es el mundo que nos ha tocado vivir como el de Stefan Zweig, un lugar lleno de chapapotes, patrocinados por periódicos que dicen lo que les mandan sus amos. 

  En proa vas viendo toda la basura, y hablando contigo, alguno cree que eso nos ayudará a andar por encima del agua. 

   Comprendes, entonces, que la gran ola de la indiferencia te ahogará y el de al lado, te mirará caído, preguntándote para que te pones en medio.

    Es un mono paralizado el que te acompaña y te tira del pelo para que no renuncies a estar comprometido con esta sociedad tan golpeada.

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