Nadie se imagina que la entrada a los infiernos, sea a través de confiar tu libertad a encerrarte en tus propios barrotes de tu lógica.
Salir, solo, cuando en un lugar has creado unos lazos que protegen tus miedos, parece de insensatos. Tomar las herramientas que te dan para ese trabajo de introspección no siempre apetece. Explorarte es exteriorizar lo que has entendido y darle tu propia percepción de lo que tu vives. El refugio en las otras, puede estar más que justificado.
Estar sentado en el último peldaño que lleva a la entrada al gimnasio. Sentir debajo de tí, un leve ruido sordo, como venido de centro de la tierra, pero del mismo centro, te lleva a una pequeña inquietud, pasajera y que no te hace perder el hilo de la conversación. Cuando otro pequeño ruido, te remueve las entrañas, por intenso, próximo y desgarrador, tensas todos los músculos y pierdes el hilo de la conversación que tenías sobre tu práctica de piragua. Al desprenderse ese espacio en el que te hayas sentado, una rigidez calavérica define tu tensión y una cara desencajada, tu terror; gritas, como lanzando un ancla desde ese peldaño a una tierra que empiezas a ver desde otra perspectiva. No comprendes nada, desde esa posición miras y ves que tu interlocutor y alguno más huyen despavoridos. Gritas, a un más fuerte, como un contrapeso que al menos te sujetará a esa altura.
Miras a tu alrededor y muchos otros alumnos están a tu altura. Como por la ley de Benlluilli todos parecemos atravesar un tunel del viento , arrastrados hacía el Oeste, en medio, al menos para mí, la torre del campanario de los Santos Niños; todo se acelera y sin poder dirigir esta piedra voladora, me resigno a estrellarme; de repente a 10 metros, el re del primer tañido de la campana me expulsa de ese recorrido. A mis gritos de auxilio y de pánico, se une el de cierto alivio y un momento verborreico que no frena.
Junto con los demás, nos dirigimos al río Henares, en este Veratoño, empezamos a descender de una forma vertiginosa y en punta, plano sería un peligro para la columna. Nos introducimos en el agua, dos metros, nuestros alaridos por la impresión son dionisiacos, de placer por agarrarnos aunque sea al agua. De forma física, igual que nos hemos hundido, somos expelidos.
Las piedras se han convertido en piraguas. El río Henares, lo podremos navegar a la espera de alguna presa o de algun foco de contaminación.
Este, oh, ah, ahhhhh, ah, que olor tan horripilante, caemos desmayados sólo los aromas de los jardines de Aranjuez, nos despertarán, nunca recordaremos como llegamos al Jarama y de este al Tajo.
Somos mucho de lo que hemos vivido.
Cuando ves a Doncic crear un ballet de 5 segundos, para escapar de una derrota segura, rodeado de las torres de los nuevos Hércules, con brazos como redes y dedos en garras sueñas que transmitas, la necesidad de explorarte en los movimientos básicos.
Los años te han enseñado que lo que pides, confiando en que ya lo hayan adquirido, se lo tienes que ir dando a bocaditos, porque ahora si, tú, debes comprender que eres fruto de lo vivido, que ya va siendo mucho
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