domingo, noviembre 27, 2022

Sobre un cristal

 Sobre un cristal veo pasar muchos aspectos que me rodean. Las identifico y de alguna manera me definen en lo que pienso, en lo que siento.

 El cristal es transparente y no está opacado para convertirse en una televisión. Quizás en algun lado, aún no me he dado cuenta, esto este sucediendo.

 Miro a un punto fijo, hablan en diferentes idiomas imágenes interpuestas, prescindibles porque todas llevan el mismo aliño, preparado por un estilista: pulcra presencia en la ropa, blanca en la piel, gafas de diseño que intelectualicen, peinado retro, sobre un pelo rubio para remarcar la exclusividad. Si tuviéramos que sacar alguna conclusión veríamos en esas mujeres que son integrantes de una tertulia, una debilidad que sería admirada por esos hombres, que las rodean, y las consideran como casi como ellos; a la vez, en esa imagen mesurada, creemos encontraremos las palabras aseadas de una mente impoluta, como parece aceptamos a ver en su imagen.

 En un click oigo diferentes idiomas, pero las traducciones, escritas a la vez, tienen el mismo mensaje. La sujeto, porque hablan de una mujer, en esta es puesta en duda su feminidad, creen haber oído que es un macho, existen en ciertos lugares constancia de la veracidad de estas afirmaciones. Alguien ,con nombre y apellido, incluso, ha podido comprobar las bondades de esas dotes masculinizadas. 

 Por un momento, vuelvo a todo lo que me sugiere esa mujer, su voz como un agua de un manantial parece creer fluir como en el nacimiento de un río sin grandes caídas, casi nos llega el sonido de una meseta que nos endulza nuestros futuros pasos y que nos habla de un tiempo sin grandes estribaciones que superar.

  Porque es pequeño ese punto, en el que me hallo atrapado, consigo en un momento determinado ampliar mi horizonte, la luna, aparece creciente, pero en sus inicios, recostada como para escuchar a Coltrane, a su lado, cientos de estrellas parecen descansar sobre ese regazo mientras toman un gin tonic, con esencias de universo impregnadas en cada nota. Fijo mi mirada en tierra, la ruta es entre sombras de árboles que parecen quitar importancia a los matices en cada persona y si, concluir que estan todas transitando por un camino común, no existen fronteras, sólo seres buscando el agua del Tajo, o puede ser el de los hechos cotidianos en los que nos encontramos para ir al trabajo, convivir con otros seres para jugar, disfrutar, dudar, sufrir, no tiene nada físico que se interponga entre estos momentos, nada en la noche, les deshumaniza sino que les da la mano para los encuentros. 

 Te viene a la cabeza que esa noche tan cerrada, podría ser terrorífica si expusieras y propusieras vivir la experiencia, por separado, a cientos de personas; ni los matices de luces, ni las imágenes que me había mostrado ese anterior punto valdrían. La oscuridad sería inmensa, como los amores de Pablo Neruda; la afrontarías contigo mismo, lo que vives, tus limitaciones, tus aciertos, tus grandes zozobras. El tiempo que será el eterno de una hora, parece que te martilleará en cada segundo, como un gong a las tinieblas en la que estas embarcado encadenado a un timón que diriges sin gobernar. Momentos de la vida que se te cruzan en cada contorsión del cuerpo y la mente para intentar evitar las aproximaciones a las piedras que caían de acantilados o buscar la salida que te arrojarán a las tormentas perfectas. 

  Intuyendo la carretera, vuelves 

  También retomo ese punto, esas imágenes embutidas de perfección; escucho mi idioma, leo las traducciones de todas ellas. 

    Palabras labradas con cuchillo de degüello, transcritas con lanzas de odio; iguales, aún a miles de kilómetros porque les fueran talladas para que las repitieran con matices ponzoñosos que penetran, suaves, pero constante para descuartizar la imagen del diferente. Pese a ser a la misma hora, la luz de este ínfimo espacio es un sol, artificial, que irradia, pero te das cuenta que sus rayos, están hechos de odio; luces celestiales para destruir al otro. Ellas, vestidas, diseñadas débiles conseguirán maltratar y descomponer su mente; porque necesitan la claridad, para que las exhiba, las veneren, aunque sólo sea para morir en su mente, sin haber obtenido que un dedo de lascivia de quienes denostan las hubiera quebrado, por un segundo.

   Mientras otras mujeres, multitudes, caminan con la luz de las manos en las que se guian.

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