Un tiempo en puerto amarrado y, de repente, todo se te precipita para saber que emprenderás una nueva aventura. Apenas te acuerdas ya de las primeras y no sabes hasta cuando tendrás fuerza para salir a navegar a mares, siempre los mismos; nunca dejando de cambiar sus vientos, sus olas, sus encalmadas, sus embarcaciones solitarias, los grandes transatlánticos que amenazan tu estabilidad.
Miras tu mochila y buscas en todas las despensas, por si te quedó por probar algún manjar, u otro te recuerda que con él también fuiste feliz.
La juventud inunda un barco al que creiste llegar joven, pero sucedió ya no tienes ese poder, que parece que es ese período.
Ahora sabes que te toca deslizarte en bahías desconocidas y en cabos que parecen del horror por los vientos que producen al agitarse toda esa juventud que se agita buscando ser. Toca coger el remo y arriar las velas para comprender las maderas preparadas para los nuevos descubrimientos.
Comienza el conocimiento de los deportes que nos rodean, con la comprensión a través de juegos, que en su esencia tiene algunas de las claves de sus mayores, los competitivos.
Un gimnasio al que se le ha negado crecer, ofrece todo lo que es él, Despues de tantos años nos queremos y nos aprovechamos. Vemos unas claraboyas nuevas, pero no una altura mayor, ni tan siquiera ha crecido a lo ancho, como hacemos muchos de los mayores. Aún así, en él han surgido bailes, equilibrios, coordinaciones Tambíen ha albergado nuestras dudas, y el enfado de momentos de quebrarse muros. Buscaremos darles vida, con habilidades que pueden dar sus muros, espalderas y colchonetas.
Estar para descubrirlas, sólo coger las mochilas y cargarse de zapatillas para montado en ellas, navegar por horizontes que parecían olvidades.
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