He llegado exhausto a la página 30 de la revista LaMarea; no era fácil, voy para atrás y la tecnología me entretiene.
Ana Conde-Carrasco hace una introducción a mi andar al revés. El miedo a no valorar el agua corriente y por ello que se la entreguemos a los comerciantes.
Ya empezamos hace años entregando a nuestro pasado, a nuestros mayores a los comerciantes; dicen que porque son más eficientes en su gestión esos conglomerados, como si no traficaran con el dinero y sus posibilidades, metidas en un Excell.
Se ha entregado mucha población, y otros, hemos desistido, de visualizar a tantos y muchos de los trileros de la calle, del papel, de las teles, de los palcos.
Al maestro, le ha convencido la irracionalidad en forma de pizarra sin fondo.
Al taxista, una emisora dios ha puesto la voz de los enviados en los ubers y cabifys y rompieron la rueda para escuchar y prefieren seguir, por si montan los ángeles.
La codicia ahoga al político que ve fluir dineros, más ágiles que una silente agua.
En una España grande, se reducen los ciudadanos a su contorno. Se les sacia de sus yos y ven al otro, de España, como su enemigo porque piensa en el agua, desde su yo de supervivencia, España; mientras, el otro, bueno, España, dicen que no le dejan explotar las agriculturas que enriquece a esa gran España. Ya cada uno baja la cabeza, por si viniera bien embestir. Quizás el agua, sin dueño les sane de su irracionalidad.
Un cartel, una publicidad de una eléctrica, luce sobre el cuerpo de gladiadoras. Las seguimos y las amamos. A las aguas desembalsadas, las añoramos y en diferentes lugares, las necesitan y por eso les llegan en tanques.
No hay comentarios:
Publicar un comentario