Cuando tengo la habilidad de dominar un balón por entreno y por una capacidad innata entonces me creo por encima de todas leyes físicas. Adquiero una conciencia de mí por las que no pueden regirse las cadenas que les oprimen al ser humano.
Muestro mi felicidad porque en esta sociedad se ha sublimado mi deporte como una continuación de lo que se consideró el opio del pueblo. Ahora ya el objetivo es que a mí me suban en un pedestal y las horas transcurran acerca de alguna de mis balandronadas.
No puedo negar que con el tiempo me he hecho consciente de este poder y de las puertas que se me abrían acerca de tener éxito con las mujeres, de poder emprender negocios y de ser un gran reconocido en un estadio. Lo manejo bien y contratado mercenarios que engrandecen mis cualidades, airea mis romances como símbolo sexual y airea mis coches y negocios como una propaganda que me viene al pelo, por ofrecerme siempre a estos vendedores.
Alguien entre ustedes, puede entonces comprender porque dicen que debo pagar el equivalente a 35 millones de euros al fisco de Brasil.
Soy lo más cercano al concepto de dios que ustedes pueden tener. Es su máxima aspiración y yo, como un mensajero, no debería humillarme ante ese vil dinero 35 millones ¡qué burrada! ¡Y que poco pago para lo que yo he dado al país!.
Insisten en ello, y me creo bajado de esos cielos. La caída ha sido cuantiosa y también dolorosa para mi autoestima
Me hablan de una posibilidad, me perdonarán esa deuda.
¿No comprenden ustedes que son justos, con el mensajero de dios en los campos de fútbol?
Lo esperaba de todo el país; mis casas, mis fiestas y mis risas debían ser contagiosas. Suena, a veces, como en un susurro que muchos de mis compatriotas y entre ellos, los negros, son despreciados.
Existen las pesadillas yo las espanto con quienes me rodean que son divertidos. En ellas, parece que se materializa una casa necesitada y un padre que empieza a dirigir mi vida.
Hoy, me han pedido que haga un video para mi presidente, el que ha perdonado mi deuda, me recuerdan, como aquella pareja de ancianitos que te llamaron a tu casa el día de la votación, como preocupándose de tu padre muerto, a la vez que me amenazaban con no dejarme un material que nunca quise. Luego, en presencia de ellos, perdieron más la compostura y fueron aún más miserables. No les voté
Pero esos 35 millones, eso ya es otra cosa, como diría aquel por un determinado dinero perderé mi poca dignidad que queda y el pudor por quererme y respetarme.
En mi bajada a la indecencia, pongo su música y bailo su samba
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