Por una senda, encuentro a Pat que trata de entender lo que es, por lo que hace. Alrededor las viñas recien podadas y labradas las tierras aún húmedas, la refrescan sus caidas y sus desamparos.
No sabe si es dueña de su cuerpo o, a este, ha habido un momento que se ha plegado a los hechos. Camus, el autor que me dió "L'étranger" como un viaje iniciático por las esencias del francés que me fueron esquivas, como aquella Sandrine, y a la vez, descubrirme navegando en los mundos de Albert que explora al ser humano por todas las razones que le arrastran en olas que parece no poder surfear sino sólo ser parte de ellas.
Pat fuera de sí, piensa que en su otra vida recién abandonada lo que le está sucediendo, parecería un absurdo. Pero, en este ahora, se da cuenta que es ella y que ha cogido una mochila porque esta senda la quiere recorrer en sus vericuetos, sus ramas inmisericordes y sus charcos lagos.
Su mente se va liberando de las necesidades de un cuerpo que sabe que las caricias de un río recorrer los poros ansiosos.
Existen los domingos vascos. Prescindes de una cama que te quiere arrullar para tenerte la hora que las convenciones te han quitado, sin que estas tengan sus lógicas. Coges la mochila, te metes un pastel que ha preparado Belén y haya que te vas, al Txindoki, sabes que aquellos compañeros de los días de verano, están ahí, pero ahora, debes ir tú sólo. Los nuevos días, que se vistieron de encuentros, los tienes para prescindirte de incluso tus envenenados silencios, cuando estos no corresponden.
Posas los pies sobre la senda sintiendo que la escalera mecánica de tus nuevos descubrimientos, se diluyeron, a cambio los pulmones van recordando aquellos tiempos en los que los entrenamientos te concedían el deseo de una efímera eternidad. En esas revueltas de hoy vas descubriendo que cada una de ellas tiene más cerca el final, pero hoy las gotas de un txirimiri se mezclan con las de tu esfuerzo. Alguna te llega a los labios y besas ese instante, luego apaciguas la amargura con la botella que derrama otra agua, la de la fuente del pueblo que la toma de un manantial que toma de la piedras de su recorrido, la eternidad, para introducirla en un alivio para proseguir los pasos al sueño de ser hoy, un día en el que puedas llegar a una cima, y ahí acaba, sin pensar en otras mañanas que te den esa melodia con la tierra.
Las nubes de arriba, juegan a los acertijos con tu mente, para darte instantes de intuir mundos que te podrían ser posibles. Se lo agradeces, las sigues en su juegos, también bajas los telones de tus ojos e intentas subirlos cuando aparecen los diferentes valles, o profundos, o abiertos con los tapetes de verde tamizados de la libertad de las vacas que en su quietud, acompañan el tiempo que quiere permanecer en tí.
Si, en algun futuro a largo plazo, llegará la ruptura de la vuelta, bajaría al asador cercano, que me devolvería a los días de regreso tras la Behobia.
Ahí estoy ahora, deleitándome de compartir con lo que me está haciendo ser
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