miércoles, marzo 16, 2022

Abajo el muro

 No tienen nombres, persiguen soles. 

Los chicos del Maiz cantan,

mejor no les escuches

te desnudan y 

al entenderlos te sajan 

 

  Algunos les cantan como si se levantaran antes de que aparecieran, pero más parece que anduvieran en las oscuridades, escuchando quienes les mandan consignas para ellos, con su implacable desvergüenza, repetirla.

   Y al otro lado, ¿quien?. ahí quienes anhelan que les repitan lo que ellos piensan, decía una niña al padre, en un tira humorística.

   España, si claro, si España, España, España. Pero, sólo la que se les somete, la que se emociona por un vozarrón, ensayado, impostado, inmisericorde con el débil, defensor de una religión, cuando está se calla y no les condena en su violencia. La que habla de los chiringuitos, no de los suyos; sino de los sindicatos, a los que quitan su función. Pero la reclaman, esos de cuatro líneas más arriba que van a sus representantes y les dicen porque ellos no. 

  Y ya, impotentes porque no estuvieron con quienes son como ellos, vuelven a los lúmpenes para volver ser adoradores de los políticos lobistas de las grandes empresas; con ellos gritan España, España, España, mientras los dueños se sacian, los intermediarios votados chupan las grandes calderillas, porque se les recompensa, al ser, fiel, como cuenta Patrick Radden Keefe; y ellos, 

  Ay, ellos, Aaaaay ellos pagan la factura de los productos inflados, de los colegios que van privatizan, de las escuela infantiles, ya no públicas, de las medicinas, que suben, de los hospitales, con escaparates para la venta, recogen hasta el último gramo de dignidad, les vale. 

    Y cuando todo esto les golpea, aturdidos, miran a las Efigies, impagable la foto de camperos, con ropa del Gran Almacen, y estos, a coro, conjuntados para un anuncio les dicen:

   Si aquellos los separatistas

   Si, si aquellos los comunistas

   Si, más que sí, los amigos de Putin

  Y se les cierra la mente, los humos se acumulan, no hay salida, pero improvisan una chimenea y entonces sueltan los efluvios de los telepredicadores, bocazas sin consecuencia de sus mentiras. Encerrados en estudios búnkeres desde donde plantan las semillas del odio, las riegan con sus repetidas patrañas y sólo esperan que algun desaprensivo, esos de España, España, España, un día el conducto de su orificio, tenga el suficiente humo para que coja una cheira y haga lo que la, ahora, inocente voz, tanto le dijo. 

  Y cuando le cojan, y le juzguen, y se haga el sumiso, como el otro, su voz, se hizo el payaso para salir del paso, porque amaban a una España, España, España.

  No se sabe si saldrá humillado, por haberse visto sólo; si comprenderá que el títere vocero, responde a los hilos del dinero, sin importarle ni él, ni los españoles, sólo la marca que tienen los preboste que pone por todos lados España, España, España, pero existe una

   A los españoles les explotan; y como dice, uno de sus empleados, el obrero es culpable cuando está enfermo.

   A los españoles les especulan, por productos y precios obtenidos de sus políticos siervos para encarecerles sus necesidades y carencia

   A los españoles les mienten, ¡joder! como si la mentira ya fuera aceptable, como en Estados Unidos, donde 69 millones de personas votaron a un vendedor que les había mentido más de 8.000 veces. Nadie se da cuenta, que aunque les protejan otras grandes fortunas, inhumanas, envilecidas como la protagonista de "Pain impire" es el comienzo de una destrucción, por ahora controlada, pero con chimeneas al caos.

   Y curioso, a esos adoradores de la España, España, España, les defienden quienes quisieran tener su propia comunidad, pero a ellos les sienten como trabajadores.  

   Quienes luchan porque exista una realidad con concepto comunidad, sin grandes alardes pero donde todo sea más justo; y el dinero mejor repartido.

    Y si, a esos adoradores, se les dice que los que aman las apariencias de una gran Nación, sometidos los disidentes, son los que han sido regados por el dinero del gran zar ruso, vamos sus efigies. 

    Pero como repiten, lo que no escuchan, pero si les pone en una hoja llena de simplezas grandes, que nunca estará en blanco, porque les estallaría la cabeza, pues seguirán a lo suyo. 

 

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