La rana sale despedida, en busca de agua cuando siente que esta se ausenta sin la humedad. El problema es que no siempre toma el camino adecuado. Puede ver una pequeña senda húmeda y decidir que por ahí, pero ¿Cuántas veces nos pasa que las apariencias engañan? Yo, sin ir más lejos ayer cuando vi que el agua no llegaba a los grifos pensé, vaya me toca ir a la fuente. Cogí el cántaro, la primera vez en años, por lo cual o se cumplía: "tanto va el el susodicho, que se rompe". El mío fue con el primer peldaño, caí, yo, se rompió él, con mi ataque inesperado con la cabeza. Todo podía ser cuestión de orgullo, "por cabezón", pero un chichón me hizo perder ese glamour. Ya de pie, me dije con mi sueño y mi golpe, lo mismo la luz me ayuda. Dicho y ....sorpresa cuando se iluminó el espacio, a parte de la vieja ánfora, pues así me apareció en ese momento, se habían derramado monedas antiguas. Ya me parecía a mí, tanto peso para tan poco barro. A mi, en ese momento, me entraron escalofríos y un sudor con estalactitas de helado. La sed se me pasó por como empecé a segregar liquidos, más la cabeza se me disparó,: ¿Serían de oro, de la Edad Media? ¿Algunos atracadores, con la excusa de tomar un café, las habrían escondido allí para luego volver? En fin, ya me veía yo con la mula y el las piraguas portadas por un elegante, esbelto y alto coche. En las contras de debajo el puente de Carrascosa ensayaba sobe las olas y cruzar las corrientes de lado a lado sin descender era un juego de niños. ¿Cuánto me tiraría así? Soy capaz de horas. A mi me quitan la música como al final, comprendieron que ir a un río es enamorarse también de sus susurros, de sus golpeteos rítmicos sobre las orillas, aunque solo sea por ese instante, porque el aumento de agua o el desprendimiento de una parte de esa roca generará otro matiz en el que extasiarnos. Y puedo pasar generaciones de años vividos en el agua. La primera, allí mismo, en el río Tajo, desde Miguel, Luis y Carlos, a los días de las truchas asalmonadas con mucha cerveza y menos conocimiento.
Pasó y aparecimos en el Alto Tajo y luego con otra generación a Pirineos, con más corazón que cerebro Viajes a refugios, con fuego y humo hasta los 70 centímetros que nos permitieron sobrevivir Volver en si, cuando, mirando al agua me revive, voces, sabores, sueños y tiempos, no me es fácil. Por fin, me decido a tomar una de las monedas. Ahora tomo consciencia de su tamaño y peso real. Son de un céntimo de los de ahora, sin más y el estar alojada en ese, también ya estúpido cántaro, es porque los chicos los tiran allí en un juego de iniciación a la canasta. No sé lo van a creer, pero el sudor vuelve: ¿Y si del juego con el ese aro de entrada surgiera el nuevo Luka Doncic? Voy de ensoñación en desolación pero, No me digan que no es bueno. ¡El mejor! . El agua ya ha vuelto. El cántaro, por los suelos; las monedas, para el guiñote; el chichón, para saqueo niño siempre torpe, que aún con la brecha, siempre estaba haciendo "el payaso" y el tiempo para desarrollarlo que ya ha comenzado, aunque en Bethanien una plaza haya quedado vacía.
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