domingo, agosto 30, 2020

Odio

LaMarea, el verano del odio. Patricia Simón 

Siempre creo que puedo abstraerme de él. Pero quizás, me derramó entre sus gotas. Puede ser lógico, diría aquella mirada condescendiente, llena de pena, si prescindí de su dios del amor. 

Le observo, escucho, trato de entenderlo. Entre el silencio, crece el caos y la pena por la constatación de tanta y tanta cantidad de pócima que envenena tantos de sus actos. Las lágrimas de la escucha se deslizan por sus saetas lanzadoras de mentiras, medias verdades y aseveraciones que animalizan a quien busca encontrar remedio al hambre, sin la limosna; a la pobreza, sin la caridad; a ser oído, sin ser esclavo.

Asusta que la prudencia, se eche en manos del charlatán que enlaza palabras borbotónicas para deshacer el tejido de la razón. 

Ahora le toca a una nueva empresa, con su icónica imagen trasladar miedo a la sociedad, con la falsa inseguridad de las casas allanadas, que son, enseguida, desalojadas; comparándolas con la ocupación de casas que se hace, en la inmensa mayoría a las de los bancos, que las sujetan para encarecer precio y crear necesidades de las que salir beneficiadas. 

Tienen estos bancos, sus servidores fieles, sus envenenadores profesionales y amorales. Sociedad adormecida en lo inmediato, para no analizar los datos que desmienten a tantos expulsadores de bilis. Doloroso tiempo, por el encanallamiento de empresas periodísticas que azuzan el enfrentamiento, recibiendo publicidades de esos fagocitadores de lo público, que dicen amar lo privado. Será mientras en estos conglomerados se aposenten las sanguijuelas a las que damos cabida cuando creemos que el adorador de lo privado, que le alimenta; va a hacer una desinteresada gestión de lo público.

Locos argumentos, locas extinción de la búsqueda personal para confiarnos en la imagen, pulcra, de la basura.

El tiempo te adormece en la admiración y el respeto por quienes te precedieron, que cuidaron una tierra, para que, ahora, con tu desvencijado esfuerzo e inseguro trabajo, el campo te sea generoso.

Vivir este abrazo en el tiempo, mantenido de la tierra sudada por Ambrosio, que en su recuerdo, encuentras su generosidad, en forma de tomates con la intensidad de la vida.

Afuera, negros manantiales tintan, tantas veces, las sonrisas cómplices.


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